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Rut
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hogar para ti, para que te vaya bien? ¿No es Booz nuestro pa-
riente, con cuyas criadas tú has estado? He aquí que él avienta
esta noche la parva de las cebadas. Te lavarás, pues, y te
ungirás, y vistiéndote tus vestidos, irás a la era; mas no te
darás a conocer al varón hasta que él haya acabado de comer
y de beber. Y cuando él se acueste, notarás el lugar donde se
acuesta, e irás y descubrirás sus pies, y te acostarás allí; y él te
dirá lo que hayas de hacer. Y ella respondió: Haré todo lo que
tú me mandes. Descendió, pues, a la era, e hizo todo lo que
su suegra le había mandado. Y cuando Booz hubo comido y
bebido, y su corazón estuvo contento, se retiró a dormir a un
lado del montón. Entonces ella vino calladamente, y le descu-
brió los pies y se acostó. Y aconteció que a la medianoche se
estremeció aquel hombre, y se volvió; y he aquí, una mujer es-
taba acostada a sus pies. Entonces él dijo: ¿Quién eres? Y ella
respondió: Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa
sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano. Y él dijo:
Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu pos-
trera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes,
sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré
contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe
que eres mujer virtuosa. Y ahora, aunque es cierto que yo soy
pariente cercano, con todo eso hay pariente más cercano que
yo. Pasa aquí la noche, y cuando sea de día, si él te redimiere,
bien, redímate; mas si él no te quisiere redimir, yo te redimiré,
vive Jehová. Descansa, pues, hasta la mañana. Y después que
durmió a sus pies hasta la mañana, se levantó antes que los
hombres pudieran reconocerse unos a otros; porque él dijo: No
se sepa que vino mujer a la era. Después le dijo: Quítate el
manto que traes sobre ti, y tenlo. Y teniéndolo ella, él midió
seis medidas de cebada, y se las puso encima; y ella se fue a la
ciudad. Y cuando llegó a donde estaba su suegra, ésta le dijo:
¿Qué hay, hija mía? Y le contó ella todo lo que con aquel va-
rón le había acontecido. Y dijo: Estas seis medidas de cebada
me dio, diciéndome: A fin de que no vayas a tu suegra con las
manos vacías. Entonces Noemí dijo: Espérate, hija mía, hasta
que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no
descansará hasta que concluya el asunto hoy.