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Jueces
19. 17–29
viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual
era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa;
pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín. Y
alzando el viejo los ojos, vio a aquel caminante en la plaza de
la ciudad, y le dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes? Y él
respondió: Pasamos de Belén de Judá a la parte más remota
del monte de Efraín, de donde soy; y había ido a Belén de
Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me
reciba en casa. Nosotros tenemos paja y forraje para nuestros
asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva,
y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada.
Y el hombre anciano dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda
quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en
la plaza. Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos; y se
lavaron los pies, y comieron y bebieron. Pero cuando estaban
gozosos, he aquí que los hombres de aquella ciudad, hombres
perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron
al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha
entrado en tu casa, para que lo conozcamos. Y salió a ellos
el dueño de la casa y les dijo: No, hermanos míos, os ruego
que no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en
mi casa, no hagáis esta maldad. He aquí mi hija virgen, y la
concubina de él; yo os las sacaré ahora; humilladlas y haced
con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan
infame. Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que
tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron
a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y
la dejaron cuando apuntaba el alba. Y cuando ya amanecía,
vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel
hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día. Y se
levantó por la mañana su señor, y abrió las puertas de la casa,
y salió para seguir su camino; y he aquí la mujer su concubina
estaba tendida delante de la puerta de la casa, con las manos
sobre el umbral. Él le dijo: Levántate, y vámonos; pero ella
no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre
su asno, se levantó y se fue a su lugar. Y llegando a su casa,
tomó un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por
sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de
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