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Génesis
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con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José
a su padre la mala fama de ellos. Y amaba Israel a José más
que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y
le hizo una túnica de diversos colores. Y viendo sus herma-
nos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le
aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente. Y soñó José
un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborre-
cerle más todavía. Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he
soñado: He aquí que atábamos manojos en medio del cam-
po, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho,
y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al
mío. Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nos-
otros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más
a causa de sus sueños y sus palabras. Soñó aun otro sueño,
y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado
otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se
inclinaban a mí. Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su
padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es éste que soñaste?
¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrar-
nos en tierra ante ti? Y sus hermanos le tenían envidia, mas
su padre meditaba en esto. Después fueron sus hermanos a
apacentar las ovejas de su padre en Siquem. Y dijo Israel a
José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te
enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. E Israel le dijo: Ve
ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas,
y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó
a Siquem. Y lo halló un hombre, andando él errante por el
campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas?
José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me mues-
tres dónde están apacentando. Aquel hombre respondió: Ya
se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces
José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán. Cuan-
do ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos,
conspiraron contra él para matarle. Y dijeron el uno al otro:
He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle
y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia
lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. Cuando Rubén
oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. Y les