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Génesis
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la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate ahora y sal
de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento. Res-
pondieron Raquel y Lea, y le dijeron: ¿Tenemos acaso parte o
heredad en la casa de nuestro padre? ¿No nos tiene ya como
por extrañas, pues que nos vendió, y aun se ha comido del todo
nuestro precio? Porque toda la riqueza que Dios ha quitado
a nuestro padre, nuestra es y de nuestros hijos; ahora, pues,
haz todo lo que Dios te ha dicho. Entonces se levantó Jacob,
y subió sus hijos y sus mujeres sobre los camellos, y puso en
camino todo su ganado, y todo cuanto había adquirido, el ga-
nado de su ganancia que había obtenido en Padan-aram, para
volverse a Isaac su padre en la tierra de Canaán. Pero Labán
había ido a trasquilar sus ovejas; y Raquel hurtó los ídolos de
su padre. Y Jacob engañó a Labán arameo, no haciéndole sa-
ber que se iba. Huyó, pues, con todo lo que tenía; y se levantó
y pasó el Éufrates, y se dirigió al monte de Galaad. Y al ter-
cer día fue dicho a Labán que Jacob había huido. Entonces
Labán tomó a sus parientes consigo, y fue tras Jacob camino
de siete días, y le alcanzó en el monte de Galaad. Y vino Dios
a Labán arameo en sueños aquella noche, y le dijo: Guárda-
te que no hables a Jacob descomedidamente. Alcanzó, pues,
Labán a Jacob; y éste había fijado su tienda en el monte; y
Labán acampó con sus parientes en el monte de Galaad. Y
dijo Labán a Jacob: ¿Qué has hecho, que me engañaste, y has
traído a mis hijas como prisioneras de guerra? ¿Por qué te
escondiste para huir, y me engañaste, y no me lo hiciste saber
para que yo te despidiera con alegría y con cantares, con tam-
borín y arpa? Pues ni aun me dejaste besar a mis hijos y mis
hijas. Ahora, locamente has hecho. Poder hay en mi mano
para haceros mal; mas el Dios de tu padre me habló anoche
diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente.
Y ya que te ibas, porque tenías deseo de la casa de tu padre,
¿por qué me hurtaste mis dioses? Respondió Jacob y dijo a
Labán: Porque tuve miedo; pues pensé que quizá me quitarías
por fuerza tus hijas. Aquel en cuyo poder hallares tus dio-
ses, no viva; delante de nuestros hermanos reconoce lo que yo
tenga tuyo, y llévatelo. Jacob no sabía que Raquel los había