duró sólo un día y una noche, no había forma de derrotar a esos seres hechos de roca ni a aquellos esqueletos que volvían a armarse cada vez que eran desarticulados. Ulric entró en el salón del trono en donde el anciano rey Arthald empuñaba tambaleante su espada y le destrozó la garganta con un zarpazo de su garra bestial. El ejército infernal dio cuenta de todos los hombres que pudieran empuñar un arma y Ulric se sentó en el trono proclamándose señor de ésas tierras.
Después Ulric se dirigió a los aposentos en donde tenía prisioneras a las hijas y nietas del rey Arthald. En las épocas que él había servido al rey había deseado a su hija mayor pero siempre la había respetado más aún cuando ella decidió mantener su castidad como expiación por la vida libertina de su padre, ahora ella era una mujer madura pero seguía siendo hermosa… y él había perdido su honor… así que la tomó, la desnudó y la violó frente a sus aterrorizadas hermanas y sobrinas. Mientras la poseía sintió la sangre de la bestia recorriendo sus venas, la besó arrancándole los labios y la penetró salvajemente una y otra vez hasta destrozarle las entrañas… cuando estuvo satisfecho y la contempló yaciente en un charco de sangre recordó cuando ella era una doncella que lo espiaba con inocente coquetería mientras él entrenaba en el patio del castillo, él le sonreía, ella le correspondía la sonrisa ruborizándose y se iba corriendo dejando un aroma de lavanda en el aire... se sintió asqueado por lo que había hecho, salió de los aposentos y se embriagó en la bodega. Al día siguiente supo por una anciana cocinera que las hijas y nietas del rey se habían suicidado bebiendo cicuta antes de correr la misma desafortunada suerte.
Durante un tiempo Ulric luchó para controlar sus impulsos de bestia pero no podía, si no saciaba su sed de sangre y sexo era atormentado por dolorosos espasmos y un fuego que le quemaba las entrañas. Ahora tenía más poder del que había anhelado pero debía que servir a la hechicera siniestra llevándole hermosas mujeres jóvenes a las que ella sacrificaba para bañarse en su sangre y conservar así su belleza y juventud. La obedecía porque ella era demasiado poderosa para rebelarse, la deseaba
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emanas después el rey Arthald recibió la noticia que sus territorios eran asolados por un ejército terrible de golems y no muertos capitaneados por un feroz hombre bestia. Un mes después el ejército vomitado por el infierno estaba en las murallas de su ciudad, el asedio
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