–Todo marcharía bien mientras no se equivocara de frasco a la hora de verter las pócimas. Jayn inventarió substancias para averiguar lo que Igor debía conseguir. Karl, por su parte, confeccionaba los quinientos amuletos restantes para un regimiento de caballería que marchaba la semana entrante a la guerra contra el reino de Tubal.
–Hace falta caléndula –informó Jayn sin levantar la vista de la tablilla donde anotó–. También se terminará el vello de troll, las cigarras, el callo de titán colosal...
Los indoctos –forma benigna de referirse a quienes no eran magos– creían redundante llamar titán colosal a un monstruo de ochenta o cien metros de alto. Claro, no sabían que uno común apenas alcanzaba los veinte.
–No sigas. –Igor pidió la lista a la chica con un ademán–. Déjame ver eso. –Se puso a caminar de un lado a otro mientras la repasaba–. El vello de troll no es problema; hay una tribu amigable acampando en el valle de Acor, prácticamente a las puertas de la casa. Vosotros podríais cazar cigarras. En el mercado tienen caléndula, cilantro, tabaco masticable y pan de cebolla. –Se detuvo–. Tendré que ir a por el callo donde Baba Yaga –suspiró–… y el príncipe Sigfried quiere el remedio listo para pasado mañana.
Dicho eso, descolgó el morral de la garra del búho disecado sobre la chimenea de piedra, se lo terció al hombro. Luego, cogió su báculo y se puso su Fez del gremio mágico.
–Me voy de una vez –informó–. Regresaré por la noche.
Abrió la puerta y, antes de marcharse, dejó instrucciones para todos.
–Jayn –dijo a su alumna más destacada–, prepara el remedio del príncipe Sigfried con lo que resta. Debe alcanzar para cien dosis, pero a lo mejor sale menos. Los demás, seguid con lo que estáis; cazad cigarras y limpiad la casa cuando acabéis.
Cerró de un portazo.
Karl se concentró tanto en meter fragmentos de piedra lumbre y serrín de acacia a los saquitos de terciopelo rojo con los cuales armaba los amuletos, que notó el paso del tiempo hasta que Andrew y Jayn comenzaron a discutir.
–Andrew, ¿dónde está el hacha? –dijo ella.
–Donde siempre –respondió éste–. Afuera.
–Pues no la hallo –la chica se apartó de los ojos un mechón de su verde cabellera–. Necesito partir más rápido el callo de titán.
15 LibreFantasía/Vol.01