—Y después ¿qué hay?
—Siempre debe haber paz y balance en tu vida. No quieras correr, deja la ansiedad, ten calma, todo llegará en su momento. La respuesta estará siempre dentro de tu corazón. Estás aprendiendo, ten paciencia contigo mismo y sanarás tu cuerpo y tu mente.
—¿Por dónde empiezo? —preguntó Operd ansioso.
—Por ti mismo, desde luego, eso es lo primero. Convendría que te dieras un baño.
—Eso es fácil. Me bañaré en el río.
—Necesitarás jabón.
—Vale, ya entendí el concepto. Iré a la aldea a cambiar alguna moneda de oro por jabón y ropa.
—Se reirán de ti —afirmó el libro con convicción.
—Entonces ¿qué debo hacer?
—Entre todas tus posesiones deberías de tener algo de jabón y ropa. ¿Por qué no buscas?
—Es que está muy oscuro y no distingo nada —confesó él avergonzado—. Los orcos podemos ver en la oscuridad, sobre todo para cazar y matar enemigos, pero para distinguir los objetos necesitamos luz.
—¿Por qué no la dejas entrar?
—Bueno, lo haré —aceptó receloso el orco—, pero sólo hasta que encuentre lo que busco.