Libre Fantasía Abril 2017 | Page 16

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- Mi señor, tenéis más riquezas de lo que un guerrero de vuestro linaje pudiera desear, el aprecio del rey y mi amor… ¿Qué os aqueja?

- Deseo volver a empuñar mi espada y luchar.

- Mi señor, yo puedo devolveros su antigua gloria.

- ¿Cómo podríais hacerlo, mujer?

- Soy una hechicera.

Él ya lo sospechaba pues a pesar de los años ella se mantenía tan joven y bella como el primer día que la encontró escondida en una de las hornacinas del Templo de la ciudad de Arkantia al que había entrado para tomar los ídolos de oro. La había visto preparando pócimas con hierbas y haciendo rituales en las noches de luna negra… pero suponía que su poder sólo alcanzaba para mantener por más tiempo su belleza y juventud.

- ¿Acaso alguno de vuestros menjurjes hará que vuelva a crecerme la mano y el ojo?

- No, mi señor… mi poder es limitado pero conozco a una hechicera que tiene el poder de hacerlo. Ella mora en las montañas nubladas, más allá de los pantanos.

- De ser cierto que aquella hechicera tiene ése gran poder ¿Qué me pedirá a cambio por devolverme mi mano y mi ojo? ¿Se conformará con oro?

- No, mi señor… ella no pide oro ni gemas, su precio no se paga con tesoros terrenales pero le debe un favor a mi abuelo que fue un nigromante, le recordaré su deuda y si tiene palabra y honor no se negará a vuestro pedido.

Días después se pusieron en camino y luego de una larga y accidentada travesía llegaron a las montañas y entraron a la caverna en donde moraba la hechicera.

- ¿Qué queréis? – exclamó una voz clara como el cristal, dos antorchas de fuego azul se encendieron e iluminaron a una mujer de belleza irreal, estaba vestida con una túnica opalina que dejaba vislumbrar su perfecta y voluptuosa silueta, tenía largos cabellos de plata y ojos color amatista.