lhbgcp | Page 68

MISCELÁNEA que aportan algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad que son factores indispensables en estas pequeñas personitas. La mayoría de los abuelos sienten adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por la de estos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea y que han entrado en su madurez. El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable e inevitable vejez. Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan. Los abuelos miran diferente. Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras cosas. Para 68 opinar, por ejemplo, o para recordar. Como siempre están pensando en algo, se les humedece la mirada; a veces tienen miedo de no poder decir todo lo que quieren. La mayoría tiene las manos suaves y las mueven con cuidado como tratando de esconder su actual torpeza. Aprendieron que un abrazo enseña más que toda una biblioteca. Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias de cuando ellos eran chicos. Con cada palabra, las raíces se hacen más profundas; la identidad, más probable. Los abuelos construyen infancias, en silencio y día a día cada día. Son incomparables cómplices de secretos. Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias de sus nietos, las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían Revista Guardia Civil de tan preocupados que estaban por educarlos. Algunos todavía saben jugar a cosas que no se enchufan. Son personas expertas en disolver angustias, cuando por una discusión de los padres, el niño siente que el mundo se derrumba. La comida que ellos sirven es la más rica; incluso la comprada. Los abuelos huelen siempre a abuelo. No es por el perfume que usan, ellos son así. ¿O no recordamos su aroma para siempre? Los chicos que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad. Los que los tienen lejos, deberían de conseguirse uno, siempre hay buena gente disponible. Todo lo que acabo de describir líneas arriba en tercera persona, no es más que la recopilación de mis propios recuerdos y de la orgullosa experiencia que me dan mis quince nietos y cinco bisnietos por ahora. Finalmente y para que sepan aquellos descreídos: los abuelos nunca mueren, solo se hacen, sencillamente, invisibles.