MISCELÁNEA
que aportan algo que los padres no
siempre vislumbran: pertenencia e
identidad que son factores indispensables en estas pequeñas personitas.
La mayoría de los abuelos
sienten adoración por sus nietos.
Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por
la de estos. Con esta señal, los
padres descubren dos verdades:
que no están solos en la tarea y
que han entrado en su madurez.
El abuelazgo constituye una
forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable e inevitable vejez.
Lejos de apenarse, sienten al
mismo tiempo otra certeza que
supera a las anteriores: los nietos
significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los
gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.
Los abuelos miran diferente.
Como suelen no ver bien, usan
los ojos para otras cosas. Para
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opinar, por ejemplo, o para recordar. Como siempre están pensando en algo, se les humedece
la mirada; a veces tienen miedo
de no poder decir todo lo que
quieren. La mayoría tiene las manos suaves y las mueven con cuidado como tratando de esconder
su actual torpeza. Aprendieron
que un abrazo enseña más que
toda una biblioteca.
Los abuelos tienen el tiempo
que se les perdió a los padres; de
alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias de cuando ellos eran
chicos. Con cada palabra, las raíces
se hacen más profundas; la identidad, más probable.
Los abuelos construyen infancias, en silencio y día a día cada
día. Son incomparables cómplices
de secretos. Malcrían profesionalmente porque no tienen que
dar cuenta a nadie de sus actos.
Consideran, con autoridad, que
la memoria es la capacidad de
olvidar algunas cosas. Por eso no
recuerdan que las mismas gracias
de sus nietos, las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían
Revista Guardia Civil
de tan preocupados que estaban
por educarlos.
Algunos todavía saben jugar a
cosas que no se enchufan.
Son personas expertas en disolver angustias, cuando por una
discusión de los padres, el niño
siente que el mundo se derrumba.
La comida que ellos sirven es la
más rica; incluso la comprada. Los
abuelos huelen siempre a abuelo.
No es por el perfume que usan,
ellos son así. ¿O no recordamos su
aroma para siempre?
Los chicos que tienen abuelos
están mucho más cerca de la felicidad. Los que los tienen lejos, deberían de conseguirse uno, siempre
hay buena gente disponible.
Todo lo que acabo de describir
líneas arriba en tercera persona, no
es más que la recopilación de mis
propios recuerdos y de la orgullosa
experiencia que me dan mis quince
nietos y cinco bisnietos por ahora.
Finalmente y para que sepan
aquellos descreídos: los abuelos
nunca mueren, solo se hacen, sencillamente, invisibles.