LEYENDAS DE EL SALVADOR VOLUMEN 1 | Page 8

Sabemos que existe una versión «azteca» de esta leyenda. A pesar de ello, sólo pondremos aquella que encontramos en las fuentes salvadoreñas que se revisaron antes de comenzar a redactar este texto.

En el camino que va desde Santa Ana hasta Chalchuapa la gente afirma que se aparece una mujer de aspecto aterrorizante.

Sin embargo, hay quienes se atreven a aseverar todo lo contrario. Es decir que la misteriosa dama posee una belleza nunca vista. Suele pasearse a orillas de los caminos poco transitados.

Viste ropa moderna y provocativa, con el objetivo principal de que los conductores que viajan solos, se detengan a ayudarla. En cuanto una víctima detiene el automóvil, ella se acerca con un caminar pausado y le dice que baje el vidrio de la ventanilla del copiloto.

Acto seguido, la «descarnada» le pide al hombre que la lleve al pueblo más cercano, puesto que es de noche y le da miedo caminar sola por ahí.

Una vez que la mujer aborda el carro, comienza a mirar al sujeto fijamente a los ojos, con el objetivo de que este pierda el control y se estrelle contra una de las bardas de contención.

No obstante, cuando esta táctica no funciona, la mujer les dice que orille en su vehículo y se pongan a contemplar la luna y las estrellas por unos minutos. Ese instante es aprovechado por la aparición para besar apasionadamente a sus víctimas.

De pronto, los hombres comienzan a percibir un aroma nauseabundo y se dan cuenta de que la piel y la carne de la dama comienza a caerse a pedazos, hasta el punto de que la mujer queda convertida literalmente en un esqueleto.

Según lo que se ha podido averiguar, los pobres conductores que han sufrido el ataque de la descarnada, jamás logran recuperar de nueva cuenta la razón, ya que su mente queda seriamente dañada para siempre.

Se desconoce si esta mujer fue alguna bruja o simplemente una pobre mujer que fue asesinada en una carretera y que ahora quiere cobrar venganza. De esta manera termina una de las leyendas salvadoreñas de terror más espeluznantes.

La Descarnada