Su esposa en vano intentó saber el motivo de su tardanza, porque el hombre todavía estaba ahogado de borracho. Cuando se durmió, Juan comenzó a soñar con la víbora, quien al parecer le decía:
“Gracias por darme tu hogar y aceptar que entre en las almas de ustedes. Al despertar encontraras en tu granero el pago por tu alma. Si decides aceptarlo, tendrás que darme a tu hijo varón.“
Juan tenía dos hijos: uno de seis años y un bebé varón de escasos seis meses. A la mañana siguiente, el hombre aún aturdido por los efectos del alcohol se dirigió al granero, donde encontró entre el maíz desgranado unas bolsas repletas de monedas de oro.
Al escucharlo, los demás presentes se persignaron y algunos se retiraron. El extraño ser le informó que debía ir esa misma noche a la cueva del Coyote, que en realidad era una vieja mina abandonada. Juan asintió, más envalentonado por el alcohol que por el dinero. A la hora convenida ya estaba parado frente a la mina, pero no vio nada extraordinario. Ya iba a retirarse cuando descubrió un agujero en el cual había una víbora que lo observaba fijamente. Juan se impresionó al ver el tamaño descomunal de ese animal, por lo cual decidió llevárselo a su casa para poder venderlo posteriormente. En su casa depositó a la víbora en un viejo pozo de agua que se encontraba seco y lo tapó con tablas.
Se cuenta que hace muchos años numerosas familias de mineros y jornaleros trabajaban a deshoras y en condición de esclavos. Entre ellos había un hombre llamado Juan, un hombre ambicioso que no dejaba de quejarse de su suerte.
“La vida es muy injusta con nosotros. Daría lo que fuera por ser rico y poderoso.“
En ese momento, un charro alto y vestido de negro entró a la cantina y le dijo:
“Si quieres, tu deseo puede ser realidad.“
Un día, al terminar su jornada laboral, se dirigió a la cantina más cercana y comenzó a beber en compañía de sus amigos. Ya entrado en copas comento:
“La vida es muy injusta con nosotros. Daría lo que fuera por ser rico y poderoso.“
8
El CHARRO NEGRO
“Si quieres, tu deseo puede ser realidad.“
No salía de su asombro cuando el llanto de su mujer lo sacó de su concentración: su hijo menor había desaparecido, mientras que la niña señalaba al pozo sin agua. Al retirar Juan las tablas, encontró a su pequeño despedazado, pero no había ni rastros de la víbora.
El dinero le sirvió de consuelo. Se hizo de terrenos y construyó una hacienda. El tiempo pasó, y en sueños la serpiente le hizo un segundo trato: “Ampliar su fortuna a cambio de más hijos“.
Juan actuaba ya en una forma despiadada: Se hizo de muchas amantes, todas oriundas de pueblos lejanos.