Lex Scripta Octubre 2019 | Page 27

Marcha civil por los 43 desaparecidos. criminal que proyectaba la violencia, corrupción y la narcopolítica que vivía el estado de Guerrero. Los hechos fueron claros: los normalistas habían sido víctimas de un crimen perpetrado por la organización criminal “Guerreros Unidos”. Con base en filtraciones que se fueron produciendo de forma lenta y que no han permitido conocer el paradero de los estudiantes, se descubrió que Julio César Mondragón, quien tenía apenas 19 años, había sido víctima de tortura, su cuerpo fue encontrado con la piel arrancada y, por medio de peritajes, se pudo descubrir que ésta, al igual que sus ojos, habían sido extirpados aún estando vivo (Munaiz, s.f.). De acuerdo con la autodenominada “verdad histórica”, que fue la explicación del gobierno federal a la desaparición de los normalistas y que posteriormente sería refutada por el Grupos Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), el matrimonio de los Abarca tenía pleno conocimiento sobre los acecimientos de la noche del 26 y la mañana del 27 de septiembre. Según diversos testimonios, Pineda Villa, al mismo tiempo de presentar su informe de actividades como presidenta local del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), comenzaría su lanzamiento para alcalde de la localidad; temerosa por la noticia y la posibilidad de que arruinaran su celebración, le pidió a Abarca Velázquez que los detuvieran (Rocha, 2019), culminando en la tragedia objeto de este artículo. El suceso fijó la mirada no sólo de la sociedad civil de nuestro país en Guerrero, sino la del mundo entero, lo que tuvo como consecuencia que Organizaciones Intergubernamentales (OIGs) y ONGs también lo hicieran. Un caso claro de la primera fueron las acciones emprendidas por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), perteneciente a la Organización de los 24