necesariamente han cambiado la manera en que hacemos política.
Los esfuerzos de los estados, por más bienintencionados que
sean, y por más que utilicen micrófono, cámara y ratón, no
sirven de nada si solo nos reunimos para desearnos fortuna y
elogiarnos. Mucho menos sirve adoptar una postura egoísta
cuando la comunidad internacional más lo necesita. Nos
necesitamos los unos a los otros para resolver los problemas
que son de todos. “¡Bien hecho!”, vanagloriaban al gobierno
mexicano algunos medios tras la actuación de Nahle con la
OPEP. Cuando no había distanciamiento social los mexicanos
tan solo nos tapábamos las orejas y decíamos “sí sí, que Ebrard
lo resuelva”; ahora solo apagamos la pantalla.
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