Además, los géneros musicales más populares son de los mayores
responsables por la interiorización del machismo, el reguetón, la banda,
el rock, el pop y las canciones tradicionales mexicanas contienen en
sus letras y videos musicales actitudes que implican la constante
violencia hacia las mujeres. Adicionalmente, la religión católica,
profundamente arraigada en los mexicanos es un factor adicional
cultural que perpetúa el machismo, tanto así que para esta la mujer ha
sido producto de la costilla del hombre. Incluso el sacerdote Alejandro
Solalinde reconoció a través de su cuenta de Twitter “Que bueno que
ahora sí Obispos se preocupen por los feminicidios y la impunidad y
que exijan acción a las autoridades, culpables hasta del pecado original.
Pero hay que señalar que es nuestra Iglesia es la transmisora del
machismo, masculinidad sagrada y exclusión femenina.” (Solalinde,
2020). Finalmente, el mexicano además de ser consumidor de estos
contenidos altamente misóginos, también recibe un bombardeo de
noticiarios de lo que ya no es noticia: que en México todos los días, se
llevan a cabo nueve feminicidios. Esta información va acompañada de
fotografías y todo lujo de detalle sobre la profanación del cuerpo de la
mujer, convirtiendo este acto en una tragedia que se ha normalizado
como parte del día a día.
Como si la misoginia y el machismo en la sociedad mexicana no
fueran suficientes, se añade a esto lo que la filósofa tijuanense Sayak
(Valencia, 2016) ha nombrado como elementos gore. Este concepto
retomado del cine, lo utiliza para hablar de todos aquellos elementos de
violencia que al ser mediatizados, hemos normalizado como parte de
nuestra vida cotidiana. El principal ejemplo de estos elementos lo
podemos encontrar en la llamada narcocultura, compuesta por
narcocorridos, narcoseries y narconovelas que convierten a los
narcotraficantes en héroes.
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