Lex Scripta Abril 2019 | Page 7

El objetivo, dijo, es escuchar a los sobrevivientes de abuso hablar sobre sus experiencias, enseñar a los obispos sobre los procedimientos de la iglesia para lidiar con el clero abusivo y buscar el perdón. Nadie puede decir que no habrá más abusos en la iglesia o en el mundo, pero la idea es que los responsables sean castigados. Lo que la mayoría se pregunta es, ¿por qué a la iglesia le tomó tanto tiempo hacer algo al respecto si esta situación ha contribuido de manera negativa a la mala percepción que se tiene de esta institución? Primero, la iglesia católica como cualquier otra institución pone sus propios intereses por encima de los de sus miembros individuales y, al igual que las instituciones seculares, sólo la presión externa de las autoridades legales obliga a las mismas a tratar de poner fin a estos escándalos, forzándolos a ser más transparentes y responsables. Pero, la Iglesia católica también tiene políticas y actitudes específicas que han exponenciado su problema de abuso del clero, y su estructura jerárquica promueve una cultura de obediencia a los obispos y al Papa. Uno de los temas más importante es el clericalismo, la idea de que los sacerdotes son superiores a los católicos laicos y no necesitan escuchar a los mismos. Existe tanta política y tanta burocracia en el Vaticano que resulta imposible conseguir una respuesta en tiempo real. Su percepción de la temporalidad se ve afectada por el hecho de que llevan operando aproximadamente 2,000 años. No se dan cuenta de la gravedad y del daño que su negligencia está causando a miles de niños en todo el mundo. Parte del problema es que se ha permitido por mucho tiempo que los obispos que cometen estas faltas se retiren en silencio, sin explicación o declaración alguna. En otras palabras, la Iglesia no tiene una crisis legal, tiene una crisis de liderazgo. El problema principal son los obispos y su resistencia para aceptar la situación de sus diócesis y actuar en consecuencia; muchos de ellos se sienten acosados por la prensa injustamente, pues siguen creyendo que los abusos en la Iglesia son irrelevantes, comparados con otros ámbitos. El comité organizador pondrá en orden las ideas tratadas y buscará un esquema de trabajo para los próximos meses, pero es imposible que haya grandes reformas a corto y medio plazo; faltan medios, voluntad y fortaleza para afrontar la resistencia de las diócesis locales. Es difícil que se imponga la obligatoriedad de denunciar a los tribunales civiles de forma global, por eso el Papa fía su discurso al cambio de mentalidad y evitó concretar alguna medida. La cumbre, sin embargo, ha dado una visibilidad extraordinaria al problema y redobla la presión autoimpuesta en este tema. El juicio será cada vez más severo para los que cometan esta atrocidad. 7