LETRINA
Número 8
Septiembre 2016
guardar bolsas llenas de azúcar y calorías en diferentes presentaciones.
Y funciona. No sufro de hambre hasta ahora. No puedo dejar de hacerlo:
morir de inanición significaría abandonar a Paulina, a su hijo, al
trabajo. Y no me lo puedo permitir. No ahora. Mejor hacerlo despacio.
Basta una sopa en el microondas y una lata de refresco a esta hora.
Me recuesto y hago un repaso de mi vida por si esta vez sí funciona.
No hay nada que repasar.
Cierro los ojos y disparo justo debajo de mi paladar, en dirección
a mi cerebro. Dicen que ésta es la manera más eficaz de morir, la más
rápida, pero otra vez nada sucede. La bala atraviesa mi cráneo dejando
una chimenea en la cima de mi cabeza. Mis oídos son los únicos que
resultan lastimados. La sangre gotea en mis hombros.
En un rincón una cucaracha quedó atrapada en una telaraña; sus alas
se agitan luchando por escapar de ahí, pero es inútil. Sus alas están
inmovilizadas. El insecto parecer morir despacio en la espera de una
araña que nunca llega.
Me quito los zapatos y el cinturón que me asfixia desde las siete
de la mañana. Lo único que quiero es descansar.
Un sombrero me sirve para estas ocasiones en donde debo cubrir el agujero
en mi cabeza. No puedo llegar a la oficina con una gasa llena de sangre
en el cabello.
Una multitud marchando al compás de su llanto, detrás de un féretro
de caoba pulida, me obliga a detenerme. En cada cuadra que cruza, más y
más desconocidos se agregan a la marcha cargados de flores blancas,
atuendos negros, el rostro hinchado a punto de reventar.
Me uno y también lloro con el primer cigarro del día en la boca.
En estos días ya no son necesarias las autopsias: todas las muertes son
por vejez, por causas naturales. No hay más. Apresurar la muerte es lo
máximo que se puede hacer. O esperar. Aunque algunos sigamos probando
suerte.
Todos desearían ir en esa caja, cargados por tres hombres de cada
lado rumbo al cementerio. Entonces, ¿por qué lloran? De envidia, quizá.
Yo lo hago por esa razón. Desearía ser yo a quien carguen, ser ése por
el que lloren… Pero, ¿y si desde la primera vez funcionó y en realidad
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