LETRINA Número 8 Septiembre 2016
comodidad de su despacho. En cuanto acordaron los emolumentos a los que se haría acreedor Tarántula al cumplir con su misión( más una jugosa suma extra para hacer frente a los gastos que, tratándose de una empresa tan delicada, sin duda no serían pocos), Susana se disculpó, dejando al investigador privado a solas con el escarabajo parlanchín. Tarántula entonces procedió a interrogar a McGuffin, con el fin de averiguar en qué consistía el dichoso enigma que recién se había comprometido a resolver, tan solo para descubrir que el coleóptero sería muy milagroso, pero apenas sabía tanto al respecto como él. Así pues, ahora además de ofrecer una respuesta verosímil, tendría que descubrir por sus propios medios la pregunta misma que trataba de responder. Lo cual, hay que decirlo, es una situación bastante jodida. Agobiado por la responsabilidad que esto implicaba, Tarántula dedicó algunos días a sopesar cuidadosamente todas las preguntas relativas a los insectos que se le ocurrían, con la esperanza de que alguna de ellas fuese el enigma que debía desvelar. Sin embargo, ese enfoque demostró ser infructuoso, pues las preguntas que venían a su mente eran variantes más o menos reconocibles de“¿ Qué son los insectos?”,“¿ Cuáles son los insectos?” o – en el mejor de los casos-“¿ Cómo son los insectos?”, cuestiones todas ellas cuya respuesta hubiese podido fácilmente ser obtenida en cualquier enciclopedia, y por lo tanto no podían haber sido la causa de que Susana se tomara tantas molestias para contratarlo. Tras casi una semana de reflexión acerca de estas y otras dudas relacionadas( como por ejemplo, la evidentemente incoherente“¿ Cuándo son los insectos?” y la casi metafísica“¿ Por qué son los insectos?”), Tarántula estaba listo para abandonar la búsqueda que, al fin y al cabo, ni siquiera quería comenzar desde un principio. Justo entonces, el escarabajo McGuffin( que, si se me permite la gracejada, pareciera ser el único capaz de hacer avanzar la trama de uno u otro modo) vino en su auxilio con una idea salvadora.- Oye Tarántula – dijo McGuffin con tono mustio- ¿ Y no se te ha ocurrido preguntarle directamente a Susana a qué se refería cuando hablaba del famoso enigma de los insectos?
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