LETRINA LETRINA #4 Noviembre - diciembre 2012 | Page 14
plátanos navegantes con la lechera cada que se pueda; estar formada
5 horas en la casilla especial para aquellos que son de fuera con tal de
votar por aquel candidato que creías te convencía; ir a tomarse un cafecito
al Espresso 58 y ponerse a estudiar o a redactar algún trabajillo de 28
cuartillas; todo eso viví, conocí y disfruté en tierras veracruzanas.
Hoy, me encuentro de nuevo en la ciudad de Morelia y, con todo y sus
tomas, estoy contenta de estar aquí escribiendo esto. Que si extraño Xalapa,
sí, extraño su clima, su gente, la universidad, mis amigos, mis maestros
y, sobre todo, ese agradable aroma a café que se extendía a lo largo del
centro de la ciudad. No escribo mi experiencia para presumirle al lector que
conseguí una beca y pude estudiar en otro lugar fuera de Morelia; lo hago
porque quiero expresarle que, aunque el proceso de solicitar una beca
de movilidad en la Universidad Michoacana resulte ser nefasto, enfadoso,
molesto, que deja mucho que desear, al final, ciertamente, vale la pena.
Termino esta semblanza con unos versos de Enriqueta Ochoa, poeta
que conocí durante mis clases de Poesía Mexicana en la Universidad
Veracruzana; ella, al igual que yo, quedó prendada de la ciudad de Xalapa
y le guardó un cariño singular durante el resto de su vida.
Tomo
sus
prestadas
palabras,
algunas
de
ya que ella dice en
verso lo que yo traté de decir aquí en prosa: