LETRINA LETRINA #3 Septiembre - octubre 2012 | Page 32
Volvió a sentir la furia en su cuerpo recorrerse, se vió al espejo y sintió
una ofensa que impregnaba su persona, buscó en el suelo, encontró
y levantó el hacha, la cogió en sus manos, apretó los puños, volteó
la vista en dirección a la puerta, la impotencia lo cubrió y su cuerpo
se inflamó de una fuerza que no comprendió, levantó el hacha y la
deslizó con velocidad hacia la parte baja de la puerta, primero madera,
luego un cuerpo que crujía, del otro lado una voz de mujer lanzó
un lamento de muerte, y el hacha se depositaba en su cuerpo, y sin
perder tiempo la retiró, abrió la puertezuela y ella estaba justo detrás
de la puerta, sentada, desnuda, rojiza. Él retiró el arma del lugar
de donde se encontraba clavada, apenas podía controlar el temblor
de sus manos, y para relajarse la dejó recargada, el instrumento de
muerte en el perchero de la entrada principal, caminó como dando
tumbos y notó una herida en su zapato, caminó renco, entró al baño,
contemplaba su tez empalidecida, acumulaba agua en el lavatorio,
lavaba sus manos, se desabotonaba la camisa, se lavaba hasta arriba
de los codos, después renovó el agua del lavabo, hundió su rostro
hasta el cuello y se frotó la cara y el cabello, el agua era de un
profundo carmín.
Se dirigió al guardarropa, descolgó un pantalón, revisó su herida,
cambió de zapatos, se puso el izquierdo con un dolor muy agudo,
se colocó el pantalón, después una chamarra de cuero, bajó hacía
la salida con una sábana en la mano, envolvió el hacha con la tela,
caminó por la acera con disimulo, a pesar de ello los paseantes le
notaban despeinado, desaliñado y con un extraño paquete, le miraban
con extrañeza, él caminaba con rapidez, le dolían las piernas, el codo
del brazo le dolía, cambió de brazo el hacha y un aroma a parrillada
le revolvió el estómago, detuvo su paso un par de casas después y
en una barandilla se sujetó, después se inclinó y vomitó color pajizo,
volvió a caminar y penetró en un barrio silencioso, era bella la avenida
de nombre Cerezos y se dirigió hacia el número cincuenta y cuatro
de esa misma calle con decisión y sin detenerse, al estar frente a la
puerta sin desenvolver el arma homicida, golpeó la chapa, respiró
dos segundos y su aliento se le escapaba, controlaba su cuerpo y
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LETRINA SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2012