LETRINA LETRINA #3 Septiembre - octubre 2012 | Page 29
EL
PROSA
Gladis Zaira Espinoza
Me sería imposible explicar de manera exacta las causas del cambio de
humor que llevan de una armonía y una felicidad totales en un segundo a
una desolación y un miedo profundos al segundo siguiente, porque todas
esas emociones me resultan incomprensibles. A menos, claro, que a dicha
armonía la llame imaginaria o pretendida, entonces la desolación y el miedo
me parecen tan concretos y explicables que no puedo tacharlos sino de
reales. Pero aunque en mi espíritu perdura ahora la sensación inconfundible
del desasosiego, tengo la ligera impresión de haber sentido una alegría
previa que era extirpada de repente; eso era… siempre.
Para Lilly y para mí nuestros padres no eran sino un par de espectros, sombras
distantes que rondaban la casa sin hacer ruido, sin reparar en nosotras, se
podía sentir su presencia lejana observándonos sin conciencia y casi podría
afirmar que para ellos nosotras éramos exactamente lo mismo. Sólo se
materializaban cuando nos reuníamos en torno a la mesa; breves instantes en
los que podíamos comunicarnos con ellos, invocarlos con breves sentencias
que nos daban a entender que comprendían o sencillamente, la mayoría
de las veces, el silencio nos absorbía en compañía mutua. Muy rara vez, y
estos eran los instantes más breves, por lo tanto los más dolorosos, como si
se tratara de una imaginación alocada; reíamos, de buena gana, con una
sonrisa sincera, con una risa de sonido agradable y Lilly y yo veíamos divertidas
como se rompía el silencio igual que la frágil membrana de una pompa de
jabón, salpicando gotitas. Mas esa risa repentinamente se desmoronaba
como un cadáver quemado, manchada con el gesto hosco y severo de
nuestros padres, en cuyos rostros desaparecía como en stop motion siniestro
la sonrisa, tornada ahora en un gesto horrible y amargo de odio; y Lilly y
yo quedábamos sumergidas en una depresión melancólica incomprensible.
Así, de un momento a otro y sin explicación alguna; entonces nuestros p Y