Del eco silencioso de la fotografía de Anthony
Goicolea; al eco vibrante de Xavier Vallurrutia
Mi acercamiento a la fotografía del Anthony Goicolea fue a oscuras.
Vivía en la ciudad de Carson, en California y una mañana de sábado
habíamos quedado de ir a la Sandroni Rey Galery, en el 2762 South
de La Cienega Boulevard. Según me dijeron, había una exposición
de fotografía interesante. Nada sabía del fotógrafo, sino que era
cubano y vivía en la Florida. Me imaginé entonces, que era de
aquella generación del Mariel, y de todos los cubanos que habían
llegado a Estados Unidos, en la movida maestra de Fidel Castro
para desocupar las cárceles abarrotadas de presos políticos, asesinos
en serie, maleantes, contrabandistas, sediciosos, homosexuales,
enfermos mentales; pero también artistas, gente con ansias de
libertad, trabajadores con ganas de disfrutar del sueño americano,
investigadores, maestros, escritores que entregaron sus palabras al
mundo en testimonios hechos poemas, cuentos y novelas.
No estoy seguro de si Anthony Goicolea fue de tal generación. No
he profundizado. Lo que sé es que su exposición “Related III” era
una yuxtaposición de imágenes fotográficas en paisajes urbanos,
naturales a primera vista. Radiografías insertadas en paredes, postes
de luz, árboles secados al sol con ramas que parecían extenderse
más allá del espacio-tiempo fotográfico. El dramatismo del blanco y
negro de los escenarios seleccionados contrastaba con los combativos
extremos de los negativos radiográficos agredidos por los clavos
que los sostenían en su lugar. Ecos de fantasmas que aparecían en
la blancura de la galería que estratégicamente iba resonando el eco
de la imagen conforme avanzabas hasta no soportar los sonidos
que tronaban ya los tímpanos. No son necesarios los decibeles para
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