LETRINA LETRINA #11 Enero - febrero 2014 | Page 10
hacer tronar los oídos, la imagen fotográfica de Goicolea y sus ecos
negativos tienen el mismo efecto, pero silencioso.
Por su parte, la aproximación que tuve con Xavier Villaurrutia fue
a través de los juegos de palabras. Sucedía el 72 y cursaba ya el
sexto año de primaria, en la 16 de Septiembre, en el Colorín, cuando
escuché por primera vez algo que me pareció un trabalenguas: “Y mi
voz quema dura. Y mi bosque que madura. Y mi voz que madura”.
No estoy seguro de si así sea el orden de los versos en el poema, lo
que siento es que la imagen se alarga en la profundidad del pecho
para luego apagarse en el muro de mi garganta. No supe, pues, sino
hasta veinte años después que eran versos de un poeta del Distrito
Federal llamado Xavier Villaurrutia, que junto con Salvador Novo
editó la revista Ulises. La influencia del Ulises de James Joyce es
evidente en Xavier Villaurrutia y sus ecografías de las palabras. Leer
el Ulises de Joyce en inglés, es encontrar justo este eco que avanza
y que ensordece como trampa tomada del canto de las sirenas del
Ulises original.
No he de decir que soy un docto en la poética de Villaurrutia, pero
lo he leído. Me encanta sentir la avaricia de la “o” en su “Nocturno
al Mar”: “Te acariciaba, mar, en mi desvelo. Te soñaba en mi sueño,
¡inesperado! Te esperaba en la sombra recatado y te oía en el silencio
de mi duelo”. Todo el soneto está dominado por la “o”, como la
vocal que lleva la cadencia del poema, el eco constante que se pierde
al final, en el verso: “cada vez más, te siento menos mío”. Puedo
estremecerme con la fuerza de la “a” en “Para inventar la verdad”:
“Pongo el oído atento al pecho, como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando y siempre y nunca igual. Sé por
qué late así, pero no puedo decir por qué será. Si empezara a decirlo
con fantasmas de palabras y engaños al azar, llegaría, temblando de
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