LETRINA LETRINA # 10 Noviembre - diciembre 2013 | Page 20
Lluvia.
La lluvia cae gota a gota, suavemente, cubriéndonos con su perenne
silencio sepulcral. Hiriente intermedio entre el crujir y repicar de los
cañones que nos hostigan sin piedad durante días, semanas, meses…
El tiempo pasa inimaginablemente lento cuando uno está atrapado en
esta sucia y húmeda trinchera, intentando imaginar algo que no sean
ni el hambre ni el frio, con metralla ardiente que vuela por encima de
nuestros ya castigados hogares como único abrigo. Hogar, extraña
palabra que suena a hueco en nuestras cabezas ¿Qué es el hogar? No
creo recordarlo ya, demasiado sufrimiento, demasiadas heridas sin
cicatrizar y demasiados amigos perdidos en una contienda, fruto
de las maquinaciones de gente mundialmente famosa, acomodada
en sus cálidos y confortables despachos, jugando con las almas
de incontables seres “inferiores” de una manera terroríficamente
anónima. Qué nos cabe esperar si a cada paso que intentamos dar
por este reino del caos y la angustia corremos el riesgo de acabar en
el dulce regazo de la muerte. Sí, la muerte suena tentadora cuando
la sientes acogerte en su cálido abrazo libre de dolor y de penurias
pero entonces es cuando algo tira bruscamente de ti, el aire vuelve a
entrar ardiente en los pulmones, quemándote como si de una brasa
incandescente se tratara, te vuelves a despertar, un nuevo renacer
para despertarte en el mismo mundo injusto y cruel, al igual que al
principio de los tiempos que según los representantes del que puede
ser o no un falso dios, en el barro ¿Irónico no? Cuesta imaginar un
dios tan cruel, que permite que sus supuestos hijos vayan a acabar en
esta orgía de miserias y podredumbre.
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En ese momento de renacer lo único que se te ocurre es llevarte las
manos a la cabeza para encontrarte lo que podría haber sido tu vía
rápida de escape de este cenagal, ahí está, completamente destrozada
y humeante contra un lateral de tu abollado casco, el cual te ha
separado de tu ya irreconocible hogar por quizá menos de 3 mm de
hierro. Los ojos se me llenan de lágrimas, de rabia , de frustración,
de alegría… Maldigo el día en que le prometí a mi sollozante madre
– No llores, te prometo que volveré cuando todo esto acabe ¿Vale?. Podré ser considerado mentiroso por algunos pero hombre de
palabra soy y no pienso morir hasta volver a ver otra vez la sonrisa de
mi madre, abrazar a mi padre, jugar con el pequeño Julian al balón…
¿Por qué las lágrimas vuelven a acudir a mis ojos, Padre? ¿Por qué