LETRINA LETRINA # 10 Noviembre - diciembre 2013 | Page 14

Cuando el padre se perdió detrás del altar, de inmediato me paré y fui hacia la última ventana que estaba en la parte derecha, a un lado del confesionario. Ahí estaba una escultura de un santo, supe que era San Judas Tadeo por su vestimenta verde y blanco inconfundible. Lo tomé y me dispuse a emprender la huida. Nunca fui un ferviente católico pero no me sentía orgulloso de lo que hacía, estaba robando en una iglesia. De verdad necesitaba el dinero y sabía que habría gente que me pagaría muy bien por el ídolo. Ya casi llegaba a la salida cuando una voz quiso detenerme; era el padre que me veía irme con San Judas Tadeo en brazos. Era un hombre mayor, aun con mi cojera no me alcanzaría. Apresuré el paso y cuando pensé que me había salido con la mía me tropecé con la puerta y caí. El san