LETRINA LETRINA # 10 Noviembre - diciembre 2013 | Página 13

El ÍDOLO ROTO Hace poco más de un año del accidente automovilístico que tuve y que me dejó cojeando para el resto de mi vida. La fábrica me despidió, y en un ningún lugar me quieren dar trabajo. Me tratan como si fuera completamente un inútil. Eran las cinco de la tarde, desde las ocho de la mañana había salido a buscar una oportunidad, pero como siempre, nada. Tenía tanta sed y tanta hambre, aunque ni ganas me daban de regresar a mi casa, comenzaba a sentir que ya era una carga hasta para mi hermana y mi madre, pero qué podía hacer, el accidente no había sido mi culpa. El otro auto rebasó cuando no debía y se topó conmigo de frente a más de cien kilómetros por hora, y tampoco tengo la culpa de que no me contraten para ningún empleo. Sólo cojeo de mi pierna izquierda, puedo hacer prácticamente todo, como la mayoría. Esa tarde ya me dolía mucho mi cadera de tanto caminar, y, debido a mi incapacidad, no debía hacerlo en exceso. Pasé frente a una iglesia y decidí entrar un rato para descansar un poco. Antes de cruzar los relieves tallados en madera, que a su vez funcionaban como la puerta, se me ocurrió algo que nunca creí que llegaría a hacer, es que ya estaba desesperado. Cuando entré, únicamente se encontraba el padre y pensé: qué suerte. Puse cara de mártir y con voz angustiosa comencé a pedir ayuda. El sacerdote, rápido se acercó a mí. — ¡Ayúdeme por favor, padre! —mis ojos vidriosos se escurrieron—. Me asaltaron, me quitaron todo lo que llevaba y me golpearon horrible, con un fierro, no puedo caminar bien. — ¡Válgame el Señor! —el padre estaba realmente preocupado—. Siéntate hijo, ven, siéntate aquí. ¿Quién fue? ¿Para dónde se fueron? Sí, me dolía la pierna y la cadera, pero exageré mucho la intensidad del dolor, tenía que ser creíble. Cuando me senté pegué un grito que resonó en toda la iglesia, hasta un ave salió volando asustada. —No sé, padre, no sé, pero no deben estar muy lejos, llame a la policía, tráigame algo para el dolor, haga algo, ayúdeme por favor. —Sí, hijo, ahora regreso —mi actuación había sido sublime—. Mientras tanto reza, pídele al Señor por ti y por esos maleantes, para que enderecen su camino. No te muevas de aquí. 13