Detener
el tiempo
PROSA
JULIO MIRANDA
25
Todo era como nubes inertes. Eugene incluso sabía que era una de ellas. Martha también. Después todo era silencio, desorden.
Tras un resplandor abría los ojos. Y ésta era
la octava vez que despertaba así. Luego continuaba con su vida cotidiana. Como siempre, caminaba hacia su trabajo, saludando
a los vecinos, compraba un café, esperando
que fueran las diez para abrir su consultorio. Pero lo que en verdad le agradaba era
ver a Martha. Incapaz de cortejar a la chica,
consumía en el mismo lugar desde mayo.
Esta mañana había resultado ser la primera helada del año y pintaba de excusa
perfecta para tomar un café. Estaba a
tres calles del lugar cuando un desconocido lo tomó por los hombros, llevándolo
hacia la pared. En un instante Eugene
había escudriñado a su adversario y sabía que algo no encajaba en la situación.
“No le quiero hacer daño –le dijo- sólo
le quiero dar esto. Necesito huir, pensar
en algo más”. En su mano había puesto
una llave, con el número tres grabado en
ella. “Pero debe saber tres cosas -continuaba- sólo podría funcionar una vez, puesto
que no hay ni suministro de energía ni
infraestructura que soporte un uso constante. Debe ir solo; no estoy seguro qué
tan grande será la burbuja y por último,
sea prudente. Creí que sería valiente como
para usarla, pero la verdad es que no estaba en mí. Pude visualizarla, inclusive