Lengua Y Literatura Lengua y Literatura (PROYECTO) | Page 14

13 Pesca de Sirenas Péscame una sirena, pescador sin fortuna Que yaces pensativo del mar junto a la orilla Propicio es el momento porque la vieja luna Como un mágico espejo entre las olas brilla Han de venir hasta esta rivera una tras una Mostrando a flor de agua su seno sin mancilla Y cantarán en coro, no lejos de la duna Su canto que a los pobres marinos maravilla Penetra al mar entonces y escoge la más bella Con tu red envolviéndola, no escuches su querella Que es como el canto aleve de la mujer. El sol, La mirará mañana entre mis brazos loca Morir bajo el martirio divino de mi boca Moviendo entre mis piernas su cola tornasol. El rey Lear La historia de Lear y de sus hijas, uno de los temas que más ha interesado a los estudiosos de las tradiciones populares, se encuentra en autores como Geoffrey of Monmouth (Historia Regum Britanniae, obra compuesta hacia 1140), Holinshed (Chronicle) y en una aportación de John Higgins (1574) al Espejo de los magistrados, obra en la que hombres ilustres de Inglaterra narran su caída (siguiendo el modelo de las Caídas de los príncipes, de John Lydgate, que a su vez imitaba las Desventuras de Boccaccio). El Chele Cuando ella le llevó el almuerzo –un plato de cocido hecho de prisa– aguardaba él a la reja, agarradas las manos a los barrotes. Era un mocetón membrudo, tirando a rojo, de mandíbulas fuertes, velloso como un perro de aguas, de barba viril. Un macho como pocos. La hembra se acercó, rimando con las caderas, de amplio paréntesis, la estrofa del amor carnal. Era de mediana estatura, trigueña, rica de carnes, fresca como una sandía. Terciado el pañolón café, haciendo chillar los botines, pasó entre los soldados, despidiendo de su enagua una brisa ardiente y perturbadora, impregnada de perfumes baratos. –Chico –dijo ronroneando la voz como gata–, aquí está el almuerzo. –¿Por qué has venido tan tarde?– replicó el reo con una voz entre áspera y dulzona. –No pude estar antes. Tengo mucho que hacer. –¡Mentiras! Es que vivís entretenida con ese tinterillo. Ya sé que me seguís engañando. Pero ve, por Dios –e hizo una cruz con la diestra y la besó– que te doy una lección cuando salga de este enchute. Y lo que es a él…