asiento. El sujeto se giró y dejó caer la capucha. Su rostro estaba
descubierto a los visitantes.
Aterrorizados, Trevor y Patrice huyeron del cuarto. Detrás
de él, Trevor sintió el resuello del hombre. Patrice tropezó, y
se quedó rezagado. Trevor saltó por las escaleras y cayó varios
metros, hasta la base del faro. Malherido, oyó el grito destem-
plado de Patrice.
Trevor salió del faro y arrancó por el sendero. Los eucaliptos
se agitaban, briosos. En las dunas, se encontró con dos personas.
Eran la señora Amaral y Don Mario. Ambos sostenían escopetas
de caza. El bote de Patrice se encontraba en llamas.