Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 58
desinflaba su enorme tórax.
—¿Qué demonio de cigüeña espera la maestra? ¿Así andáis todavía? —dijo el
Moñigo.
El Mochuelo y el Tiñoso se incorporaron también, sentándose en la hierba. Ambos
miraban anhelantes al Moñigo; intuían que algo iba a decir de "eso". El Tiñoso le
dio pie.
—¿Quién trae los niños, entonces? —dijo.
Roque, el Moñigo, se mantenía serio, consciente de su superioridad en aquel
instante.
—El parir —dijo, seco, rotundo.
—¿El parir? —inquirieron, a dúo, el Mochuelo y el Tiñoso.
El otro remachó:
—Sí, el parir. ¿Visteis alguna vez parir a una coneja? —dijo.
—Sí.
—Pues es igual.
En la cara del Mochuelo dibujó un cómico gesto de estupor.
—¿Quieres decir que todos somos conejos? —aventuró.
Al Moñigo le enojaba la torpeza de sus interlocutores.
—No es eso —dijo—. En vez de una coneja es una mujer; la madre de cada uno.
Brilló en las pupilas del Tiñoso un extraño resplandor de inteligencia.
—La cigüeña no trae los niños entonces, ¿verdad? Ya me parecía raro a mí —
explicó—. Yo me decía, ¿por qué mi padre va a tener diez visitas de la cigüeña y
la Chata, la vecina, ninguna y está deseando tener un hijo y mi padre no quería
tantos?
El Moñigo bajó la voz. En torno había un silencio que sólo quebraban el cristalino
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