Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 207
—Al marcharte no debes llorar. Un hombre no debe llorar aunque se le muera su
padre entre horribles dolores.
Daniel, el Mochuelo, recordaba con nostalgia su última noche en el valle. Dio
media vuelta en la cama y de nuevo atisbó la cresta del Pico Rando iluminada por
los primeros rayos del Sol. Se le estremecieron las aletillas de la nariz al percibir
una vaharada 714 intensa a hierba húmeda y a boñiga. De repente, se sobresaltó.
Aún no se sentía movimiento en el valle y, sin embargo, acababa de oír una voz
humana. Escuchó. La voz le llegó de nuevo, intencionadamente amortiguada:
—¡Mochuelo!
Se arrojó de la cama, exaltado, y se asomó a la carretera. Allí abajo, sobre el
asfalto, con una cantarilla vacía en la mano, estaba la Uca—uca. Le brillaban los
ojos de una manera extraña.
—Mochuelo, ¿sabes? Voy a La Cullera a por la leche. No te podré decir adiós en
la estación.
Daniel, el Mochuelo, al escuchar la voz grave y dulce de la niña, notó que algo muy
íntimo se le desgarraba dentro del pecho. La niña hacía pendulear 715 la cacharra
de la leche sin cesar de mirarle. Sus trenzas brillaban al sol.
—Adiós, Uca—uca —dijo el Mochuelo. Y su voz tenía unos trémolos 716 inusitados.
—Mochuelo, ¿te acordarás de mí?
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Golpe de vaho, olor, calor
Oscilar como un péndulo
Sucesión rápida de muchas notas iguales, de la misma duración
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