Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 189
—¿Qué quieres decir, padre?
—¡Que bebáis! —dijo Paco, el herrero, casi furioso, y le extendió la bota de vino.
Las montañas tenían un cariz 667 entenebrecido y luctuoso aquella tarde y los
prados y las callejas y las casas del pueblo y los pájaros y sus acentos. Entonces,
Paco, el herrero, dijo que ellos dos debían encargar una corona fúnebre a la
ciudad como homenaje al amigo perdido y fueron a casa de las Lepóridas y la
encargaron por teléfono. La Camila estaba llorando también, y aunque la
conferencia fue larga no se la quiso cobrar. Luego volvieron a casa de Germán, el
Tiñoso. Rita, la Tonta, se abrazó al cuello del Mochuelo y le decía
atropelladamente 668 que la perdonase, pero que era como si pudiese abrazar aún
a su hijo, porque él era el mejor amigo de su hijo. Y el Mochuelo se puso más
triste todavía, pensando que cuatro semanas después él se iría a la ciudad a
empezar a progresar y la Rita, que no era tan tonta como decían, habría de
quedarse sin el Tiñoso y sin él para enjugar sus pobres afectos truncados. 669
También el zapatero les pasó la mano por los hombros y les dijo que les estaba
agradecido porque ellos habían salvado a su hijo en el río, pero que la muerte se
empeñó en llevárselo y contra ella, si se ponía terca, no se conocía remedio.
Las mujeres seguían llorando junto al cadáver y, de vez en cuando, alguna tenía
algún arranque y besaba y estrujaba el cuerpecito débil y frío del Tiñoso, en
tanto sus lágrimas y alaridos se incrementaban.
Los hermanos de Germán anudaron una toalla a su cráneo para que no se vieran
las calvas y Daniel, el Mochuelo, experimentó más pena porque, de esta guisa, su
amigo parecía un niño moro, un infiel. El Mochuelo esperaba que a don José, el
cura, le hiciese el mismo efecto y mandase quitar la toalla. Pero don José llegó;
abrazó al zapatero y administró al Tiñoso la Santa Unción sin reparar en la toalla.
Los grandes raramente se percatan del dolor acervo 670 y sutil 671 de los pequeños.
Su mismo padre, el quesero, al verle, por primera vez, después del accidente, en
vez de consolarle, se limitó a decir:
667
668
669
Aspecto
Con atropello o precipitación.
Rotos
670
Agudo
perspicaz
671
189