Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 188
De repente, el valle se había tornado gris y opaco a los ojos de Daniel, el
Mochuelo. Y la luz del día se hizo pálida y macilenta 664 . Y temblaba en el aire una
fuerza aún mayor que la de Paco, el herrero. Pancho, el Sindiós, dijo de aquella
fuerza que era el Destino, pero la Guindilla dijo que era la voluntad del Señor.
Como no se ponían de acuerdo, Daniel se escabulló y entró en el cuarto del herido.
Germán, el Tiñoso, estaba muy blanco y sus labios encerraban una suave y diluida
sonrisa.
El Tiñoso sirvió de campo de batalla, durante ocho horas, entre la vida y la
muerte. Llegó la ambulancia de la ciudad con Tomás, el hermano del Tiñoso, que
estaba empleado en una empresa de autobuses. El hermano entró en la casa como
loco y en el pasillo se encontró con Rita, la Tonta, que salía despavorida de la
habitación del enfermo. Se abrazaron madre e hijo de una manera casi eléctrica.
La exclamación de la Tonta fue como un chispazo fulminante.
—Tomás, llegas tarde. Tu hermano acaba de morir — dijo.
Y a Tomás se le saltaron las lágrimas y juró entre dientes como si se rebelara
contra Dios por su impotencia. Y a la puerta de la vivienda las mujeres empezaron
a hipar y a llorar a gritos, y Andrés, "el hombre que de perfil no se le ve", salió
también de la habitación, todo encorvado, como si quisiera ver las pantorrillas de
la enana más enana del mundo. Y Daniel, el Mochuelo, sintió que quería llorar y no
se atrevió a hacerlo porque Roque, el Moñigo, vigilaba sus reacciones sin
pestañear, con una rigidez despótica 665 . Pero le extrañó advertir que ahora
todos querían al Tiñoso. Por los hipos y gemiqueos se diría que Germán, el Tiñoso,
era hijo de cada una de las mujeres del pueblo. Mas a Daniel, el Mochuelo, le
consoló, en cierta manera, este síntoma de solidaridad.
Mientras amortajaban 666 a su amigo, el Moñigo y el Mochuelo fueron a la fragua.
—El Tiñoso se ha muerto, padre —dijo el Moñigo. Y Paco, el herrero, hubo de
sentarse a pesar de lo grande y fuerte que era, porque la impresión lo anonadaba.
Dijo, luego, como si luchase contra algo que le enervara:
—Los hombres se hacen; las montañas están hechas ya. El Moñigo dijo:
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Flaco y descolorido.
que trata con dureza a sus subordinados y abusa de su poder o autoridad.
Cubrir, envolver a un difunto
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