Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 144
—¿Y si le enseña la carta a la Sara? Daniel caviló 539 un
momento.
—Le diremos que queme la carta antes de ir a verla y que jamás le hable de esa
carta si no quiere que se muera de vergüenza y que no le vuelva a mirar a la cara.
—¿Y si no la quema? —argumentó, obstinado 540 , el Moñigo.
—La quemará. El asqueroso Peón tiene miedo de quedarse sin mujer. Ya es un
poco viejo y él sabe que tuerce la boca. Y que eso hace feo. Y que a las
mujeres no les gusta besar la boca de un hombre en la oreja. Ya se lo dijo la
Lepórida bien claro —dijo el Mochuelo.
Roque, el Moñigo, añadió como hablando consigo mismo:
—Él no dirá nada por la cuenta que le tiene; le queda canguelo desde que la Camila
le dio calabazas. Tienes razón.
Paulatinamente 541 renacía la confianza en el ancho pecho del Moñigo. Ya se veía
sin la Sara, sin la constante amenaza de la regla del Peón sobre su cabeza en la
escuela; disfrutando de una independencia que hasta entonces no había conocido.
—¿Cuándo le escribimos la carta, entonces? —dijo.
—Ahora.
Estaban frente a la quesería y entraron en ella. El Mochuelo tomó un lápiz y un
papel y escribió con caracteres tipográficos: "Don Moisés, si usted necesita una
mujer, yo necesito un hombre. Le espero a las siete en la puerta de mi casa. No
me hable jamás de esta carta y quémela. De otro modo me moriría de vergüenza
y no volvería a mirarle a usted a la cara. Tropiécese conmigo como por casualidad.
Sara".
A la hora de comer, Germán, el Tiñoso, introdujo la carta al maestro por debajo
de la puerta de su casa y a las siete menos cuarto de aquella misma tarde entraba
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Pensar con intención o profundidad en algo
Perseverante, tenaz
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De manera paulatina
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