Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 8
—Déjalo; eso ya no tiene remedio. No escarbes en las cosas que ya no tienen
remedio.
La madre gimoteó, mientras recogía en un bote oxidado las migas de pan
abandonadas encima de la mesa. Aún insistió débilmente:
—A lo mejor el chico no vale para estudiar. Todo esto es prematuro. Y un chico en la
ciudad es muy costoso. Eso puede hacerlo Ramón, el boticario, o el señor juez.
Nosotros no podemos hacerlo. No tenemos dinero.
Su padre empezó a dar vueltas nerviosas a una adobadera 16 entre las manos. Daniel,
el Mochuelo, comprendió que su padre se dominaba para no exacerbar el dolor de
su mujer. Al cabo de un rato añadió:
—Eso quédalo de mi cuenta. En cuanto a si el chico vale o no vale para estudiar
depende de si tiene cuartos o si no los tiene. Tú me comprendes.
Se puso en pie y con el gancho de la lumbre desparramó las ascuas que aún relucían
en el hogar. Su madre se había sentado, con las bastas manos desmayadas en el
regazo. Repentinamente se sentía extenuada y nula, absurdamente vacua e
indefensa. El padre se dirigía de nuevo a ella:
—Es cosa decidida. No me hagas hablar más de esto. En cuanto el chico cumpla once
16
Molde para hacer quesos en forma de adobe