Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 68

Por la ventana abierta, frente a su camastro quejumbroso 258 , divisaba la cresta del Pico Rando, hincándose 259 en la panza estrellada del cielo. El Pico Rando asumía de noche una tonalidad mate y tenebrosa 260 . Mandaba en el valle esta noche como había mandado en él a lo largo de sus once años, como mandaba en Daniel, el Mochuelo, y Germán, el Tiñoso, su amigo Roque, el Moñigo. La pequeña historia del valle se reconstruía ante su mirada interna, ante los ojos de su alma, y los silbidos distantes de los trenes, los soñolientos 261 mugidos de las vacas, los gritos lúgubres 262 de los sapos bajo las piedras, los aromas húmedos y difusos de la tierra avivaban su nostalgia, ponían en sus recuerdos una nota de palpitante realidad. Después de todo, esta noche era como tantas otras en el valle, sin ir más lejos como la primera vez que saltaron la tapia de la finca del Indiano para robarle las manzanas. Las manzanas, al fin y al cabo, no significaban nada para el Indiano, que en Méjico tenía dos restaurantes de lujo, un establecimiento de aparatos de radio y tres barcos destinados al cabotaje 263 . Tampoco para ellos significaban mucho las manzanas del Indiano, la verdad, puesto que todos ellos recogían buenas manzanas en los huertos de sus casas, bien mirado, tan buenas manzanas como las que tenía Gerardo, el Indiano, en los árboles de su finca. ¿Que por qué las robaban? Eso constituía una cuestión muy compleja. Quizá, simplificando, porque ninguno de ellos, entonces, rebasaba los nueve años y la emoción de lo prohibido imprimía a sus actos rapaces 264 un encanto indefinible. Le robaban las manzanas al Indiano por la misma razón que en los montes, o en el prado de la Encina, después del baño, les gustaba hablar de "eso" y conjeturar sobre "eso", que era, no menos, el origen de la vida y su misterio. Cuando Gerardo se fue del pueblo todavía no era el Indiano, era sólo el hijo más pequeño de la señora Micaela, la carnicera y, según decía ésta, el más tímido de todos sus hijos. La madre afirmaba que Gerardo "era el más tímido de todos", pero en el pueblo aseguraban que Gerardo antes de marchar era medio tonto y que en Méjico, si se iba allá, no serviría más que para bracero 265 o cargador de muelle. Pero Gerardo se fue y a los veinte años de su marcha regresó rico. No hubo ninguna carta por medio, y cuando el Indiano se presentó en el valle, los gusanos ya se habían comido el Quejumbroso: Que se queja con poco motivo o por hábito . 258 Hincándose: de hincar: Introducir o clavar algo en otra cosa 259 Tenebrosa: Oscuro , cubierto de tinieblas . 260 Soñolientos: Acometido por el sueño o muy inclinado a él . 261 Lúgubres: Sombrío , profundamente triste . Transporte aeronáutico comercial, entre puntos de un mismo Estado 264 Inclinado o dado al robo, hurto o rapiña 265 Jornalero no cualificado que trabaja en el campo 262 263