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Otras veces, en la Poza del Inglés, pescaban centenares de pececillos que navegaban
en bancos tan numerosos que, frecuentemente, las aguas negreaban por su
abundancia. Bastaba arrojar a la poza una remanga 203 con cualquier cebo artificial de
tonos chillones para atraparlos por docenas. Lo malo fue que, debido al excesivo
número y a la fácil captura, los muchachos empezaron por subestimarlos y acabaron
despreciándolos del todo. Y otro tanto les ocurría con los ráspanos 204 , las majuelas,
las moras y las avellanas silvestres. Cooperaba no poco a fomentar este desdén 205 el
hecho de que don Moisés, el maestro, pusiera sus preferencias en los escolares que
consumían bobamente sus horas libres recogiendo moras o majuelas para obsequiar
con ellas a sus madres. O bien, pescando jaramugo. Y, por si esto fuera poco, estos
mismos rapaces eran los que al final de curso obtenían diplomas, puntuaciones
sobresalientes y menciones honoríficas. Roque, el Moñigo, Daniel, el Mochuelo, y
Germán, el Tiñoso,
sentían hacia ellos un desdén tan hondo por lo menos como el que les inspiraban las
moras, las avellanas silvestres y el jaramugo.
En las tardes calurosas de verano, los tres amigos se bañaban en la Poza del Inglés.
Constituía un placer inigualable sentir la piel en contacto directo con las aguas,
refrescándose. Los tres nadaban a estilo perruno, salpicando y removiendo las aguas
de tal manera que, mientras duraba la inmersión, no se barruntaba, en cien metros río
abajo y otros tantos río arriba, la más insignificante señal de vida.
Una de estas tardes, mientras secaban sus cuerpecillos, tendidos al sol en el prado de
la Encina, Daniel, el Mochuelo, y Germán, el Tiñoso, se enteraron, al fin, de lo que
significaba tener el vientre seco y de lo que era un aborto. Tenían, entonces, siete y
ocho años, respectivamente, y Roque, el Moñigo, se cubría con un remendado
calzoncillo con lo de atrás delante y el Mochuelo y el Tiñoso se bañaban en cueros
vivos porque todavía no les había nacido la vergüenza. Fue Roque, el Moñigo, quien
se la despertó y aquella misma tarde.
Sin saber aún por qué, Daniel, el Mochuelo, relacionaba todo esto con una
conversación sostenida con su madre, cuatro años atrás, al mostrarle él la estampa de
una exuberante 206 vaca holandesa
203
204
Arte para la pesca
Arándano
205 Indiferencia y despego que denotan menosprecio .
206 Muy abundante y copioso .