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Las cosas pasaron en su momento y, ahora, Daniel, el Mochuelo, las recordaba con
fruición 98 . Su padre, el quesero, pensó un nombre antes de tener un hijo; tenía un
nombre y le arropaba y le mimaba y era ya, casi, como tener un hijo. Luego, más
tarde, nació Daniel.
Daniel, el Mochuelo, evocaba 99 sus primeros pasos por la vida. Su padre emanaba
100 un penetrante olor, era como un gigantesco queso, blando, blanco, pesadote.
Pero, Daniel, el Mochuelo, se gozaba en aquel olor que impregnaba a su padre y que
le inundaba a él, cuando, en las noches de invierno, frente a la chimenea,
acariciándole, le contaba la historia de su nombre.
El quesero había querido un hijo antes que nada para poder llamarle Daniel. Y se lo
decía a él, al Mochuelo, cuando apenas contaba tres años y manosear su cuerpecillo
carnoso y rechoncho equivalía a prolongar la cotidiana faena en el entremijo.
98
Goce muy vivo en el bien que alguien posee.
Recordar algo o a alguien, o traerlos a la memoria.
100
Proceder, derivar, traer origen y principio de algo de cuya sustancia se participa.
99