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y a celebrar la aparición.
Pero la Guindilla se adelantó a todos y recibió a la Uca—uca con dos sopapos, uno en
cada mejilla. Quino, el Manco, contuvo a duras penas una blasfemia, pero llamó la
atención a la Guindilla y le dijo que no le gustaba que golpeasen a la niña y doña Lola
le contestó irritada que "desde la mañana era ya su madre y tenía el deber de educarla".
Entonces Quino, el Manco, se sentó en una banqueta de la tasca y se echó de bruces
sobre el brazo que apoyaba en la mesa, como si llorara, o como si acabara de
sobrevenirle una gran desgracia.