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Ya en el atrio, dos envidiosos le dijeron al pasar "niña, marica", pero Daniel, el
Mochuelo, no les hizo ningún caso. Ciertamente, sin el Moñigo guardándole las
espaldas, se sentía blando y como indefenso. A la puerta de la iglesia la gente hablaba
del sermón de don José. Un poco apartada, a la izquierda, Daniel, el Mochuelo, divisó
a la Mica. Le sonrió ella.
—Habéis cantado muy bien, muy bien —dijo, y le besó en la frente.
Los diez años del Mochuelo se pusieron ansiosamente de puntillas. Pero fue en vano.
Ella ya le había besado. Ahora la Mica volvía a sonreír, pero no era a él. Se acercaba a
ella un hombre joven, delgado y vestido de luto. Ambos se cogieron de las manos y se
miraron de un modo que no le gustó al Mochuelo.
—¿Qué te ha parecido? —dijo ella.
—Encantador; todo encantador —dijo él.Y entonces, Daniel, el Mochuelo,
acongojado 530 por no sabía qué extraño presentimiento, se apartó de ellos y vio que
toda la gente se daba codazos y golpecitos y miraban de un lado a otro de reojo y se
decían con voz queda: "Mira, es el novio de la Mica", "Mira, es el novio de la Mica",
"¡Caramba! Ha venido el noviode la Mica", "Es guapo el novio de la Mica", "No está mal
el novio de la Mica". Y ninguno quitaba el ojo del hombre joven delgado y vestido de
luto, que tenía entre las suyas las manos de la Mica.
Comprendió entonces Daniel, el Mochuelo, que sí había motivos suficientes para
sentirse atribulado 531 aquel día, aunque el sol brillase en un cielo esplendente 532 y
cantasen los pájaros en la maleza, y agujereasen la atmósfera con sus melancólicas
campanadas los cencerros de las vacas y la Virgen le hubiera mirado y sonreído. Había
motivos para estar triste y para desesperarse y para desear morir y algo notaba él que
se desgajaba amenazadoramente en su interior.
Sintiendo pena y angustia
Apenado
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Brillante
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531