Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 158

Ya en el atrio, dos envidiosos le dijeron al pasar "niña, marica", pero Daniel, el Mochuelo, no les hizo ningún caso. Ciertamente, sin el Moñigo guardándole las espaldas, se sentía blando y como indefenso. A la puerta de la iglesia la gente hablaba del sermón de don José. Un poco apartada, a la izquierda, Daniel, el Mochuelo, divisó a la Mica. Le sonrió ella. —Habéis cantado muy bien, muy bien —dijo, y le besó en la frente. Los diez años del Mochuelo se pusieron ansiosamente de puntillas. Pero fue en vano. Ella ya le había besado. Ahora la Mica volvía a sonreír, pero no era a él. Se acercaba a ella un hombre joven, delgado y vestido de luto. Ambos se cogieron de las manos y se miraron de un modo que no le gustó al Mochuelo. —¿Qué te ha parecido? —dijo ella. —Encantador; todo encantador —dijo él.Y entonces, Daniel, el Mochuelo, acongojado 530 por no sabía qué extraño presentimiento, se apartó de ellos y vio que toda la gente se daba codazos y golpecitos y miraban de un lado a otro de reojo y se decían con voz queda: "Mira, es el novio de la Mica", "Mira, es el novio de la Mica", "¡Caramba! Ha venido el noviode la Mica", "Es guapo el novio de la Mica", "No está mal el novio de la Mica". Y ninguno quitaba el ojo del hombre joven delgado y vestido de luto, que tenía entre las suyas las manos de la Mica. Comprendió entonces Daniel, el Mochuelo, que sí había motivos suficientes para sentirse atribulado 531 aquel día, aunque el sol brillase en un cielo esplendente 532 y cantasen los pájaros en la maleza, y agujereasen la atmósfera con sus melancólicas campanadas los cencerros de las vacas y la Virgen le hubiera mirado y sonreído. Había motivos para estar triste y para desesperarse y para desear morir y algo notaba él que se desgajaba amenazadoramente en su interior. Sintiendo pena y angustia Apenado 532 Brillante 530 531