Lección Didáctica Lección didáctica | Page 15

lluvias jamás, ni embravecidos vientos. ¿O la elevada Quito harás tu albergue, que entre canas cumbres sentada, oye bramar las tempestades bajo sus pies, y etéreas auras bebe a tu celeste inspiración propicias? Mas oye do tronando se abre paso entre murallas de peinada roca, y envuelto en blanca nube de vapores, de vacilantes iris matizada, los valles va a buscar del Magdalena con salto audaz el Bogotá espumoso. Allí memorias de tempranos días tu lira aguardan; cuando, en ocio dulce y nativa inocencia venturosos, sustento fácil dio a sus moradores, primera prole de su fértil seno, Cundinamarca; antes que el corvo arado violase el suelo, ni extranjera nave las apartadas costas visitara. Aún no aguzado la ambición había el hierro atroz; aún no degenerado buscaba el hombre bajo oscuros techos el albergue, que grutas y florestas saludable le daban y seguro, sin que señor la tierra conociese, los campos valla, ni los pueblos muro. La libertad sin leyes florecía, todo era paz, contento y alegría; cuando de dichas tantas envidiosa Huitaca bella, de las aguas diosa, hinchando el Bogotá, sumerge el valle. De la gente infeliz parte pequeña asilo halló en los montes; el abismo voraz sepulta el resto. Tú cantarás cómo indignó el funesto estrago de su casi extinta raza a Nenqueteba, hijo del Sol; que rompe con su cetro divino la enriscada montaña, y a las ondas abre calle; el Bogotá, que inmenso lago un día de cumbre a cumbre dilató su imperio, de las ya estrechas márgenes, que asalta con vana furia, la prisión desdeña, y por la brecha hirviendo se despeña. Tú cantarás cómo a las nuevas gentes Nenqueteba piadoso leyes y artes y culto dio; después que a la maligna ninfa mudó en lumbrera de la noche, y de la luna por la vez primera surcó el Olimpo el argentado coche. Ve, pues, ve a celebrar las maravillas del ecuador: canta el vistoso cielo que de los astros todos los hermosos coros alegran; donde a un tiempo el vasto Dragón del norte su dorada espira desvuelve en torno al luminar inmóvil que el rumbo al marinero audaz señala, y la paloma cándida de Arauco en las australes ondas moja el ala. Si tus colores los más ricos mueles y tomas el mejor de tus pinceles, podrás los climas retratar, que entero el vigor guardan genital primero con que la voz omnipotente, oída del hondo caos, hinchió la tierra, apenas sobre su informe faz aparecida, y de verdura la cubrió y de vida. Selvas eternas, ¿quién al vulgo inmenso que vuestros verdes laberintos puebla, y en varias formas y estatura y galas hacer parece alarde de sí mismo, poner presumirá nombre o guarismo? En densa muchedumbre ceibas, acacias, mirtos se entretejen, bejucos, vides, gramas; las ramas a las ramas, pugnando por gozar de las felices auras y de la luz, perpetua guerra hacen, y a las raíces angosto viene el seno de la tierra. ¡Oh quién contigo, amable Poesía, del Cauca a las orillas me llevara, y el blando aliento respirar me diera de la siempre lozana primavera que allí su reino estableció y su corte! ¡Oh si ya de cuidados enojosos exento, por las márgenes amenas del Aragua moviese el tardo incierto paso;