LAS PREGUNTAS DE LA VIDA 4.1.1.2 LAS PREGUNTAS DE LA VIDA. Fernando Savate | Page 50
Las preguntas de la vida
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hablando tan apasionadamente?
Como ya he indicado en varias ocasiones a lo largo de los capítulos anteriores, nuestra primera tarea
filosófica -¡aunque desde luego no la única!- tendrá que consistir en precisar lo más posible los usos de la
noción sobre la que se establece la controversia, en este caso «naturaleza» o «natural». Sólo la mala filosofía
empieza inventando nuevos términos rimbombantes que nadie entiende en lugar de proponerse aclarar qué
entendemos por medio de las palabras comunes que habitualmente utilizamos. Evidentemente no parece que
nos estemos refiriendo a lo mismo cuando decimos que la gravitación es una ley de la Naturaleza descubierta
por Newton, que es natural que las madres quieran a sus hijos, que la naturaleza es muy hermosa, que
naturalmente el agredido reacciona contra su agresor, que los seres humanos somos iguales por naturaleza y
que lo más natural es bajar por la escalera o por el ascensor, no saltar desde un sexto piso a la calle. Miremos
todo esto un poco más detenidamente.
¿Cuáles son los principales usos del término «naturaleza»? El primero de ellos es el que recibe en el
título del famoso poema de Lucrecio, «De Rerum Natura» o «De la naturaleza de las cosas». Cada una de las
cosas que existen en el universo tiene su propia naturaleza, es decir su propia forma de ser. El siglo pasado,
una de las personas más lúcidas y honestas que se han dedicado a la filosofía -John Stuart Mill- escribió una
obrita breve titulada precisamente La naturaleza y que comenzaba así: «¿Qué quiere decirse cuando
hablamos de la "naturaleza" de un objeto particular, tal y como el fuego, el agua, o cualquier planta o animal?
Evidentemente, el conjunto o agregado de sus poderes o propiedades; los modos en que dicho objeto actúa
sobre otras cosas (incluyendo entre éstas los sentidos del observador), y los modos en que otras actúan sobre
él» 25 . Quizá también deberíamos añadir explícitamente a estos rasgos -porque de otro modo Lucrecio no nos
lo perdonaría- la composición física y la génesis de tal objeto o cosa. La naturaleza de algo es su forma de
ser, de llegar a ser y de operar en el conjunto del resto de lo existente. De modo que la Naturaleza con
mayúscula será el conjunto de los poderes o propiedades de todas las cosas, tanto de las que hay como de las
que podría llegar a haber, según señala con razón Stuart Mill: «Así, "Naturaleza", en su acepción más simple
es el nombre colectivo para todos los hechos, tanto para los que se dan como para los meramente posibles; o
(para hablar con mayor precisión) un nombre para el modo, en parte conocido y en parte desconocido para
nosotros, en que las cosas acontecen».
Por supuesto, nos estamos refiriendo realmente a todo lo que existe en el universo o puede existir, sea
animado o inanimado, racional o irracional, incluyendo también las mesas, los castillos, los aviones
intercontinentales y demás artefactos que los humanos producimos. Cualquiera de las cosas hechas por el
hombre tiene también su naturaleza, lo mismo que una flor o un río, y responde a propiedades físicas y
químicas que comparte con muchos seres no humanamente fabricados. En este sentido, nada de lo que el
hombre haga puede ir contra la naturaleza, ni destruirla o perjudicarla porque los productos humanos también
forman parte de ella (no está en la mano del hombre «violar» a la naturaleza sino sólo utilizar de un modo u
otro sus pautas). Un pesticida no es ni más ni menos «natural» que el agua clara de la fuente, la bomba
atómica responde a principios tan naturales como el amanecer o la fabricación de panales por las abejas, el
incendio intencionalmente provocado es tan «natural» como el bosque devastado por él. El hombre puede
destruir ciertos objetos naturales o perjudicar a otros seres vivos pero siempre siguiendo procedimientos que
se basan en la naturaleza misma de las cosas. En este primer sentido del término se da una continuidad natural
entre todo lo que existe o sucede en la realidad.
Pero hay otro sentido de la palabra «naturaleza» según el cual es natural todo aquello que aparece en
el mundo sin intervención humana. En el libro X de su Física, Aristóteles establece que son seres naturales
los que tienen su principio y finalidad en sí mismos, es decir los que son espontáneamente lo que son y como
son. Por el contrario, una cama o una computadora tienen su principio en la capacidad productiva humana y
responden a fines que los hombres se han propuesto. Por un lado, están entonces los seres naturales, brotados
de una espontaneidad creadora que llamamos en su conjunto «naturaleza»; y por otro los objetos artificiales,
fruto del arte o la técnica humana (la palabra griega tejné, de donde proviene nuestra «técnica», significa
también «arte»). Pero la distinción entre lo uno y lo otro deja preocupantes zonas de penumbra. En 1826 se
sintetizó por primera vez en un laboratorio la urea, una sustancia que también existe espontáneamente en la
naturaleza: el producto así obtenido ¿debe ser considerado natural, artificial... o artificialmente natural? ¿Son
naturales o artificiales las diversas razas de perros, los cerdos Duroc-Jersey o los caballos de carreras? ¿Y las
variedades de flores logradas a fuerza de injertos? ¿Es natural o artificial la repoblación forestal? La mayor
parte de los paisajes que nos rodean son inseparables de la acción humana, sea porque haya intervenido
25
La naturaleza de J. Stuart Mili, trad. C. Mellizo, Madrid, Alianza Editorial.