LAS PREGUNTAS DE LA VIDA 4.1.1.2 LAS PREGUNTAS DE LA VIDA. Fernando Savate | Page 18
Las preguntas de la vida
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ancestros inspirados, etcétera), porque se nos manifieste en alguna forma privilegiada de visión o porque sólo
sea alcanzable a través de intuiciones no racionales, sentimientos, pasiones, etc. Es curioso que los partidarios
de estos atajos sublimes hacia el conocimiento suelan fustigar el «orgullo» de los racionalistas (cuando
precisamente la racionalidad se caracteriza por la humilde desconfianza de sí misma y de ahí sus tanteos, sus
laboriosas deliberaciones, sus pruebas y contrapruebas) o ridiculicen su fe en «la omnipotencia de la razón»,
disparate irracional en el que jamás ha creído ningún racionalista en su sano juicio. Desde luego la Verdad así
revelada -la Verdad visionaria- es irrefutable, porque cualquier intento de cuestionarla demuestra precisamen-
te que el incrédulo carece de la iluminación requerida para su disfrute, bien sea por su impiedad ante los
Maestros adecuados o por el embotamiento de las emociones necesarias para intuirla.
Y en ello mismo estriba sin embargo la principal objeción que puede hacérsele. Porque esta forma de
acceso a la Verdad mayúscula es algo así como un privilegio de unos cuantos, que los menos afortunados
sólo lograrían compartir indirectamente por obediencia intelectual ante los iniciados o quedando a la espera
de una revelación semejante. Pero en ningún caso pueden repetir por sí mismos el camino del conocimiento,
que se presenta como inefable y repentino. La Verdad así alcanzada debe ser aceptada en bloque,
incuestionada, no sometida al proceso de dudas y objeciones que son fruto del ejercicio racional. El método
de la razón en cambio es totalmente diferente. Para empezar, está abierto a cualquiera y no hace distingos
entre las personas: en el diálogo Menón, Sócrates demuestra que también un joven esclavo sin instrucción
ninguna puede llegar por sus propias deducciones a avanzar en el campo de la geometría. La razón no exige
nada especial para funcionar, ni fe, ni preparación espiritual, ni pureza de alma o de sentimientos, ni perte-
necer a un determinado linaje o a determinada etnia: sólo pide ser usada. La revelación elige a unos cuantos;
la razón puede ser elegida por cualquiera, por todos. Es lo común de la condición humana. Se puede fingir
una revelación sublime o una intuición emotiva pero no se puede fingir el ejercicio racional, porque
cualquiera puede repetirlo con nosotros o en nuestro lugar: no hay conclusión racional si otro (cualquier otro
con voluntad de razonar) no está facultado para seguir al menos nuestro razonamiento y compartirlo o señalar
sus errores. Frente a tantos vehículos privados, supuestamente velocísimos pero que quizá no se mueven de
donde están, la razón es un servicio público intelectual: un ómnibus.
En este sentido, la razón no sólo es un instrumento para conocer sino que tiene relevantes
consecuencias políticas. El proceso de razonamiento -argumentos, datos, dudas, pruebas, contrapruebas,
preguntas capciosas, refutaciones, etc.- está tomado del método que seguimos para discutir con nuestros
semejantes los temas que nos interesan. Es decir, todo razonamiento es social porque reproduce el
procedimiento de preguntas y respuestas que empleamos para el debate con los demás. Tal es precisamente el
origen de la razón, si hemos de hacer caso a Giorgio Colli: «Muchas generaciones de dialécticos elaboraron
en Grecia un sistema de la razón, del logos, como fenómeno vivo, concreto, puramente oral. Evidentemente,
el carácter oral de la discusión es esencial en ella: una discusión escrita, traducida a obra literaria, como la
que encontramos en Platón, es un pálido subrogado del fenómeno originario, ya sea porque carece de la más
mínima inmediatez, de la presencia de los interlocutores, de la inflexión de sus voces, de la alusión de sus
miradas, o bien porque describe una emulación pensada por un solo hombre y exclusivamente pensada, por lo
que carece del arbitrio, de la novedad, de lo imprevisto, que pueden surgir únicamente del encuentro verbal
de dos individuos de carne y hueso» 9 . Razonar no es algo que se aprende en soledad sino que se inventa al
comunicarse y confrontarse con los semejantes: toda razón es fundamentalmente conversación. A veces los
filósofos modernos parecen olvidar este aspecto esencial de la cuestión.
«Conversar» no es lo m