Las huellas de la vida 25
—Lo haré, madre —le contestó.
Roger no había contado con esta dificultad. Por eso, en
cuanto se encontró con el hermano, le expresó su intención.
Éste le mostró la preocupación que tenía por recoger la cosecha
a tiempo.
—¿Cuántos días te quedan todavía de vacaciones? —le
preguntó Jordi.
—Pocos, esa es la verdad.
—No quisiera contrariarte en tus deseos. Ya sabes que el trigo
está a punto para la siega y el presidente de la Cooperativa
Agrícola nos ha comunicado que tendremos la cosechadora
a nuestra disposición en fechas próximas. Y debemos aprovecharlas.
—¿Ya? No creía que nos tocara tan pronto.
—Este año nos han dado preferencia.
—¿Y eso?
—Recuerda la tormenta del año pasado, la que nos dejó la
cosecha de mala manera por ser de los últimos en segar.
—Sí, bien que lo recuerdo.
—Lo han tenido en cuenta. Así que, no podemos arriesgarnos
otra vez.
—Entiendo —le dijo Roger—. Entonces… cuenta conmigo.
No te preocupes. Lo otro supongo que podrá esperar. Ya
pensaré en algo.
Pero luego, por más que le daba vueltas al tema en su mente,
no encontraba una salida que lo dejara satisfecho. Al principio
le parecía todo fácil; ahora ya no estaba tan seguro. Y hasta se
preguntaba si no tendría razón su madre al pensar que exageraba,
y si no estaría cometiendo otro error de intromisión por
querer ir tan lejos en su deseo.
Comenzaron la siega y las tareas complementarias. El tiempo
les era favorable. Mientras tanto, Roger seguía con su pre-