La voz del Fray 2.0, 3 (06/2017) vozfray-3-2017 | Page 57

VERBA/ CREACIÓN LITERARIA Trabajaba desde los cinco años en el campo, cuidando animales, a los quince me casaría y a los diecisiete empezaría a tener hijos, a cuidarlos y nunca saldría de casa, jamás conocería nada más allá de mi aldea ni a nadie más interesante que los cuatro habitantes de ésta. Fue desde aquella tarde cuando visitar a la señora Winston se convirtió en rutina. Dijo que le caí bien pero que mi nombre le recordaba al perro de su amiga, así que la señora Winston siempre me llamó Grace.Así era la señora Winston: directa, sincera y libre. Hacía lo que quería, cuando quería y como quería. Era todo lo contrario a las mujeres de mi aldea que vivían sometidas por su padre, hermano o marido. Cada tarde la señora Winston me ofrecía un té, unas pastas y me enseñaba algo nuevo, me ofrecía un nuevo libro que leer o debatíamos algún tema de interés. Ese mismo año, comenzó a enseñarme inglés, decía que ese idioma era más importante que el mío y que con él podría comunicarme con cualquier persona del mundo; para mi décimo cumpleaños, me regaló un mapa enorme que ocupaba toda la pared de mi habitación. Ese año me estudié todas las capitales del mundo, decía que tenía muy buena memoria y que un día tendría la oportunidad de visitar muchas de esas ciudades. Cuando cumplí los trece ya había leído tantos libros como días tiene un año; con catorce empecé a resolver los primeros problemas algebraicos que a mí me parecían un juego; me habló de los pintores y artistas más importantes del pasado y de la actualidad y con quince heredé su violín y me enseñó a tocarlo con bastante destreza. Con dieciséis mis padres buscaron a un hombre mucho mayor que yo para casarme y cuando se lo conté entre lágrimas también cayó una lagrima por su mejilla de porcelana. Fue la primera vez que la vi llorar. La señora Winston era una mujer muy fuerte y decidida. Ese mismo día dejó su lujoso hotel y fue a mi casa para hablar con mis padres.No sé qué les dijo, porque yo esperé fuera, pero les convenció para llevarme a Londres una temporada que se ha prolongado hasta hoy. La señora Winston no solo me educó, también me hizo adquirir cultura, ser independiente y, sobre todo, libre. Me salvó de una vida oscura que, en la actualidad, desgraciadamente, siguen viviendo millones de niñas que no tienen acceso a la educación. En mi país, tu vida está determinada si eres mujer. En mi país, ser es no saber, esa es la cuestión. Relato corto. Parte de la novela Agua, pan y libros de Irene Ramírez Padilla 4ºESO A. 56