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la Tiza

OPINIÓN

Alejandro Lozano Cosano / 1º Periodismo y Publicidad

Se acabó la música

Érase una vez, en una emisora de cuyo nombre no quiero acordarme, una pegadiza melodía que recorría mis oídos

e intentaba agradarme... y hasta cumplió su propósito una vez finalizada la interpretación. El problema de esta no era semejante base –más o menos aceptable-, sino la letra de la obra –si es que así puede considerarse-, que abogaba por la realización de actividades cuanto menos delictivas. Decidí, entonces, partiendo de la composición, investigar su autoría e intentar comprender el objetivo de esta. No les debe, en ningún caso, extrañar que la letra careciera de ningún tipo de mensaje, aunque, rectificando, sí contaba con uno, uno en el cual estaba bien visto atentar directamente contra la autoridad, la posesión de armas, e incluso la consumo de drogas. Todos estos agentes se veían en completa armonía para un autor que, si no le bastaba con ciscarse en los cimientos de la seguridad social y personal, también disparaba –por suerte no con una glock, pero podría haber sucedido- contra la mujer, la cual, es la columna vertebral de este tipo de composiciones, por las connotaciones y el papel sexual que se les atribuye, rebajándola a un nivel de vulgaridad y de vergüenza que debería preocuparnos muy profunda y seriamente.

Y es que, queridos lectores, luchamos, con grandes dificultades, por una sociedad igualitaria, segura y apta para la convivencia, pero en la cual suenan de fondo los acordes de la injusticia, la criminalidad y el maltrato. Una melodía que, sin embargo, nosotros permitimos, consumimos e, incluso, apoyamos. Díganme ustedes cuántas veces se han encontrado con chavales, que, sin tener siquiera hecha la educación primaria se pasean con su virulenta música sin conocer realmente su significado y construyendo una personalidad similar a la de los y las artistas que no tiene nada que ver con la realidad y que, sin embargo, son bastante atrayentes.

Estamos así permitiendo que los pilares de la convivencia se vean afectados por una plaga de notas marchitas y violentas

Y es que el principal problema de este panorama es el ataque directo al que se ve sometido el género femenino, completamente sexualizado y vulnerable ante estos criminales de piano, que ni usan piano, ni usan su voz, solo presumen de glock y sus ínfulas de dioses musicales a los que se les da crédito. Luchamos en contra de la pornografía, pero estamos

prostituyendo por otras vías a la mujer, y en una sociedad que penaliza estos actos no podemos permitirnos esta desvalorización que, aunque nosotros consideremos falaz –porque estos mundos musicales realmente son mentiras cantadas por individuos por autotune- se va incorporando en nuestra sociedad, como algo invisible, pero que lentamente se va afianzando e infectando todo a su alrededor.

Así que señoras y señores, la próxima vez que se atrevan ustedes a alzar la voz, que no sea para ensuciar su lenguaje, sino como señal de protesta ante uno de los grandes problemas de la sociedad que, como una bola de nieve, se irá agrandando al compás del tiempo. Ahora sí, me voy con mi música a otro lado.

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