LA SULTANA Y SUS BARRIOS 02 de Enero de 2013 | Page 6

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Riobamba

La Sultana y sus barrios.

Enero 2013

Reseña Histórica barrio “San Alfonso”

En un plano de Riobamba de 1911, el barrio San Alfonso llegaba hasta la actual calle Febres Cordero por el nororiente, por el oriente llega hasta la vía Benalcázar.

Algunas calles tenían otros nombres, como por ejemplo: la Cinco de Junio era Urquizo; la Espejo, Bolívar; y la Tarqui, Maldonado.

Entre las tradiciones religiosas se presentan las propias del culto católico: Navidad y los pases de niño, palmas y Semana Sarta; las devociones introducidas por los redentoristas a la Virgen del Perpetuo Socorro y San Alfonso, cuyas fiestas se desarrollan en junio y agosto, respectivamente. Esta orden llegó en 1870.

En cuanto a las costumbres deportivas, en la plaza de San Alfonso se jugaba la “pelota de tabla”.

Los personajes que han surgido del barrio son: sacerdote Félix Abad Avilés, los esposos Enrique Darquea y Carmela Mancheno, Juan Chiriboga, Manuel Veloz Gaviria, Padre Gonzalo Ortiz, Y Carlos Ortiz Arellano.

LA LEYENDA

Pasaron los días, las historias del Descabezado de Riobamba se contaban por decenas. Lo veían los bohemios que no soportaban el encierro del sábado sin alcohol, los viajantes infortunados que regresaban al barrio San Alfonso luego de la jornada de trabajo, y los desvelados que no podían dominar el vicio de ver por la ventana. Pero en general, cuando llegaba el sábado por la noche, la gente atemorizada, se encerraba en las casas de adobe y teja, con el gran portón de madera clausurado con la tranca por dentro.

A las doce de la noche apareció el jinete legendario, apoderándose de la oscuridad con su atuendo temible; los que se consideraban cuerdos ni siquiera se atrevían a mirar por la ventana. Pero los vecinos locos estaban ahí, dispuestos a descubrir la verdad, aunque aquello implicara quemarse en la quinta paila del infierno. Estaban escondidos en la sala del vecino astuto, cuando el Descabezado pasó frente a sus casas, se estrelló con el cabestro justiciero y cayó de espaldas mientras el caballo siguió su camino imperturbable.

Salieron de su escondite en medio de risas nerviosas y apresaron a la supuesta alma en pena, comprobaron con sorpresa que no era otro, sino el párroco de San Alfonso.