Esta joya a la que me refiero y comparo con la localidad de Usaquén, guarda una mágia, un sentimiento que en una ciudad tan grande y movida como Bogotá se va perdiendo poco a poco. Me refiero a la tranquilidad, a los paisajes verdes contrastados con fachadas solo comparadas con un pueblo, un pueblo que transmite diversidad e inclusión.
Mi recorrido empieza en el tan conocido centro comercial Hacienda Santa Barbara, que aunque el concepto de centro comercial es netamente urbanístico este se llena de un toque rustico, antiguo, que se transmite desde la iglesia de Santa Barbara, que a comparación de los muchos centros comerciales a los que podemos visitar, este experimenta con entornos y elementos llamativos que evocan a la época colonial y a la naturaleza, tales como árboles con estructuras creativas adornados con luces o sillas de espera dentro de una jaula de jardín, sin mencionar que los guardas de seguridad que vigilan este centro comercial cuentan con un uniforme similar al de los guardabosques canadienses añadiendo un toque más de mágia al recorrido. Luego me dirijo por la carrera sexta donde el panorama es una mezcla de color, diversidad, cultura y comercio que hacen que este tramo de la vía este lleno de vida y de historias que guarda cada uno de los personajes que ahí encontramos. Este camino entretenido de comercio me llevo a la plaza fundacional de Usaquén, donde el sentimiento
de tranquilidad y de tradición se sienten en el ambiente, ya
que cada una de las estructuras llevan ese estilo colonial tan
presente en los pueblos de nuestro país. Pero esta plaza no es solo conocida por su tranquilidad si no también por la cantidad de
eventos que se celebran en
pro de integrar a la comunidad y para no perder ese
sentido cultural que representa
esta plaza para sus moradores.
Finalmente, me dirigí hasta la calle 118
en sentido este,el cual me llamo
la atención la cantidad de locales gastronómicos
exclusivos de países como España
, Francia, Grecia y hasta Bélgica haciendo de este
lugar, un foco de culturas tan diverso y
enriquecedor tanto personalmente como
gastronómicamente.
Esto me demuestra que en una ciudad donde
el ladrillo y el cemento es el paisaje cotidiano,
nos podemos encontrar con joyas únicas como Usaquén.
UNA JOYA EN LA CIUDAD LLAMADA USAQUÉN
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