dedicarse íntegramente al frente oriental donde los soviéticos avanzaban imparables. Tras el fracaso de esta ofensiva, la derrota final alemana, acosada desde el Este por el ejército rojo y desde el Oeste y el Sur por las tropas aliadas, sólo es cuestión de tiempo.
Finalmente, el 30 de abril de 1945 Hitler, con el ejército rojo ya dentro de Berlín, decide acabar con su vida de un disparo en la sien. Finalmente, sin su Führer, Alemania firma su rendición incondicional el 8 de mayo de 1945.
Si bien la guerra en Europa había terminado, continuaba en el Pacífico. Japón ya estaba derrotada pero continuaba luchando hasta la muerte según su código de honor y sacrificio. En plena planificación de la invasión del Japón, el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki precipitó los acontecimientos y finalmente Japón presentó su rendición incondicional el 2 de septiembre de 1945.
Si bien las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia) llevaron durante 1941 y casi todo 1942 la iniciativa en los campos de batalla, a finales de 1942 y 1943 la balanza de la victoria comienza a cambiar de signo, en especial con el desastre nazi en la Batalla de Stalingrado y en la Batalla de Kursk, el descalabro de la armada japonesa en el Pacífico y el golpe de estado italiano y su posterior cambio de bando.
El 6 de junio de 1944 se produce el conocido Desembarco de Normandía, abriendo un segundo frente en Europa y obligando a Hitler a dividir sus fuerzas en dos bandos frente a enemigos con recursos humanos y mecánicos aparentemente infinitos.
El 16 de diciembre de 1944 se produce el último coletazo de la Alemania nazi con la ofensiva de las Ardenas. Esta ofensiva fue un intento de Hitler de infligir una dura derrota a los aliados (Gran Bretaña, las tropas francesas de Charles de Gaulle y Estados Unidos) para intentar firmar un tratado de paz con estas potencias y poder
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