La Revista de Los Imparables La Revista N°3 | Page 22

Imparables en las Artes Literatura Maíta fue reemplazado. El médico que lo atendió notó una hinchazón testicular fuera de lo común. Maíta vio el final del partido desde el banco. Su equipo ganó 2 a 1. La posibilidad del ascenso era palpable. Se retiró a su casa, que quedaba en la esquina opuesta a la cancha, a duras penas. El dolor y la hinchazón eran insoportables. Todos pensábamos que al día siguiente, un lunes, Maíta estaría mejor. Pero no. Ese día no lo vimos. El martes supimos que lo llevaron a una clínica de un pue- blo cercano, para que lo vean, porque sus testículos seguían hinchados y dolien- do. Una semana después recibimos la noticia: “Maíta tiene cáncer de testículos”. Allá por los setenta, no se tenía mucha idea de qué cosas podían causar cán- cer, por lo tanto, los “chusmas” del pueblo aseguraron que fue aquel pelotazo el culpable del mal de Maíta, pero nosotros, sus amigos, sabíamos que él se había estado quejando de “molestias” en sus testículos unas semanas antes del pelota- zo. De nada sirve detallar el padecimiento de nuestro amigo. Lo cierto es que un día frío de agosto, una tarde de llovizna pertinaz, Maíta se fue. En sólo treinta días, el cáncer lo fulminó. Nosotros, sus compañeros de “picaditos”, lo acompañamos a pie los mil quinien- tos metros que separaban el cementerio del pueblo. El domingo siguiente, el equipo salió con un brazalete negro, en señal de duelo. A alguien se le ocurrió izar, junto a la bandera argentina, la camiseta de Maí- ta. Ese fue el sencillo homenaje brindado a nuestro amigo. Esa tarde, gris, fría, triste, su equipo perdió. Parecía que el día, la gente, sus compañeros, sentían la ausencia del “3 aguerrido”. Lograron el ascenso dos años después… Horacio D. López 22