La Revista de Los Imparables La Revista N°3 | Page 21
Imparables en las Artes
Literatura
Maíta
…El pelotazo fue tremendo. El ¡uhhh! de la gente así parecía indicarlo…
Conocí a Maíta, allá, a finales de los ´70. Formábamos parte de un grupo futbolero
de casi adolescentes que todas las tardes, después de nuestras obligaciones coti-
dianas, nos trenzábamos en un picadito. Nunca supe cuál era su nombre real, sólo
era Maíta para todos.
Maíta era, físicamente, fuerte, vigoroso. Tal vez el hecho de que trabajara como al-
bañil con su tío, desde muy joven, hizo que tuviera una fuerza corporal envidiable.
Chocar con él, en un partido, era duro. Era morocho, metro ochenta, de pelo lacio,
duro, negro, casi “chuzo”. A los dieciséis años comenzó a jugar en primera, en el
equipo del pueblo, como número 3; raspador, “mordedor”, incómodo para enfren-
tarlo. Manejaba muy bien ambas piernas y tenía una pegada formidable. Por en-
tonces, las posiciones en la cancha eran estáticas, no existían los marcadores “con
proyección”. La Holanda del 74, con Rinus Michels como técnico y Johan Cruyff
como abanderado, había iniciado el camino del “fútbol total”, con posiciones “mó-
viles”, pero todo era muy nuevo… Por nuestras canchas, el “3” debía perseguir al
“7” rival, y listo. Esa era su misión, nada de “mandarse al ataque”.
Aquella tarde, la del pelotazo, recibían en un partido muy importante, casi de-
cisivo, al rival de toda la vida, un equipo de la localidad vecina. El rival venía
entonado, si ganaba se aseguraba el ascenso en la liga. El equipo de Maíta, quien
ya contaba con diecinueve años, venía segundo, a un punto. Debía ganar los dos
partidos que le quedaban para poder luchar, en el reducido, por un ascenso a pri-
mera. poder luchar, en el reducido, por un ascenso a primera.
Segundo tiempo, partido empatado en 1 gol, tiro libre para la visita. El shoteador
era conocido por todos como “Cuervo”, y tenía una patada de mula terrible. Se eje-
cuta el tiro libre, pega en la barrera, y le queda nuevamente a Cuervo, que le pega
como viene; Maíta sale a tapar el disparo, con toda su anatomía, con tanta mala
suerte que el pelotazo le da allá, adonde duele como mil demonios. Queda tendido
en el pasto, retorciéndose de dolor. Todos parecíamos sentir el dolor de Maíta. El
¡uhhh! de la gente así parecía indicarlo…
Se le realizan las flexiones de rigor, lo sacan de la cancha, esperando que se recu-
pere, pero el dolor no cesa…
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